«Cuando el pívot reciba de espaldas hay que darle una patada abajo, a los tobillos, se lo pensará desde entonces, así no sacarán el balón jugado». Aún recuerdo las instrucciones que di en una segunda parte sucia y fea cuando me jugaba la Copa Generalitat frente a un equipo mejor que el mío. Llegamos a los penaltis y ganamos. Allí el interés general brillaba por su ausencia. Fue jugar sucio, lo reconozco, puro resultadismo para mi equipo y mal deporte para todos. Podemos también parece que juegue a un juego que no afecta a nadie más que a los suyos, y no entendiera que la política es algo más que la lucha de su partido frente a otro. Lo último ha sido amenazar con querer romper el gobierno del pacto del Botànic. Justo ahora, en una andanada que por generalizada en otros territorios tiene que salir desde despachos en Madrid, aprovechando la debilidad de otros despachos, también en Madrid, en la calle Ferraz. Justo ahora, cerca el 9 de octubre, día en el que los valencianos celebramos nuestra autonomía, nuestro autogobierno.

Cuando se es presidente para gobernar para la mayoría siempre se debe pensar en categorías más grandes, no en ganar tu partido pegando patadas, aprovechando el fervor del público y la permisividad del árbitro. Esa responsabilidad la tuvieron los dos partidos que ocupan las consellerias „PSPV-PSOE y Compromís„ que han compartido oposición y denuncia de todos los casos de corrupción del Partido Popular valenciano. Hoy se abren cajones y se descubre la podredumbre del gobierno de los populares en todas las administraciones, se cambian procedimientos y actitudes de gobierno, se aprueban leyes de transparencia y se dedican directores generales a tal fin. Y Montiel aprovecha que hay un problema orgánico, de poder, como tantos otros en tantas formaciones políticas para lanzar chantajes cocinados en Madrid y para Madrid.

Si la discusión en el PSOE tiene un carácter de fondo, de cruce de caminos entre dos maneras de entender una estrategia política frente al PP, este tacticismo de Iglesias y Montiel destruye puentes de entendimiento que Ximo Puig y Mónica Oltra se empeñaron en construir para demostrar que el cambio, diverso, podía funcionar, y que era la única posibilidad de desalojar al PP de las instituciones para limpiarlas. Da pena después de lo pasado por la sociedad valenciana que la dirección de Podemos en la Comunitat piense así, como se encarga de recordarnos Pablo Iglesias con su estrategia: en la destrucción del PSOE antes que en las políticas diferentes a la derecha que ponen en marcha sus presidentes autonómicos. Si solo son tácticas de partido, los ciudadanos valencianos ganaremos con ellos una copita de nada, un trofeo fútil, una como la que yo gané pegando patadas en un partido feo y que ya olvidé en alguna estantería y que no cambió nada.