Felipe González gozaba de la misma fotogenia y convicción que la un divo del cine español. En persona le percibí frío como un témpano, hablando a un punto indefinido y lejano en una convocatoria de intelectuales, personajes de la cultura y periodistas en el Círculo de Bellas Artes (Madrid) para reclamarnos el voto al PSOE a finales de los 80. Observé una incipiente joroba asomando bajo la americana impecable gris marengo de un Felipe encumbrado por la gran mayoría de españoles. También la militancia del PSOE, que había abandonado el marxismo, le tenía fe. Aunque el PSOE de Felipe rompió con los principios e ideas del socialismo que fundó Pablo Iglesias Posse a finales del siglo XIX. Los militantes del PCE estaban furiosos contra él por conseguir lo que Franco no pudo: romper la organización más disciplinada, resistente y combativa durante los 40 años de dictadura del Generalísimo.

Felipe es hoy el mismo que en 1982 cuando ganó la presidencia, con más joroba, tripa y puro en la boca. Y lo que González dicta hoy es que se apoye al PP en formato de abstención. Quede claro que abstenerse significa apoyar al PP, no que vaya a hacer oposición de izquierdas, como mucha gente se empeña en hacernos creer. Los votantes eligen a candidatos que tendrán escaños para que cuando obtengan su cargo sean ellos los que rindan cuentas y se eviten golpazos como el dado por Felipe a Sánchez. Apelando a la disciplina de voto de su partido, para hacer abstenerse a diputados que fueron a elecciones prometiendo un no a la abstención, se ha cargado a Sánchez en un periquete y se ha pasado el Derecho constitucional por el arco del triunfo. El PSOE ahora es una gestora, no un partido (increíble pero cierto) y lo que se avecina es un pacto de estado con el PP. O sea Felipe se ha erigido en el jefazo máximo, ha traicionado a Sánchez y por tanto a sus votantes y militantes. No sé si los que votan al PSOE aún se creen que votan socialismo en vez de a ese Ibex 35. Y tampoco sé si el PP pactará la gran coalición con la gestora o directamente con Felipísimo González. Siguen tratando al personal de gilipollas.