Si no se pretende la repetición permanente de las elecciones, hasta que los votantes digan lo que uno mismo espera; si no es posible armar un gobierno desde el PSOE con Podemos, Ciudadanos y tutti quanti, porque es incoherente e incompatible con postulados esenciales de política territorial y con principios constitucionales irrenunciables; si urge la formación de un gobierno, para afrontar los distintos asuntos que requieren decisiones respaldadas por una mayoría con estabilidad para aplicarlas, la única opción realista es permitir la formación de un Gobierno del PP, tras una investidura apoyada por C´s con la abstención del PSOE.

Esa opción, por mucho que pueda chirriar entre los militantes socialistas, es la única que parece posible para abordar múltiples reformas imprescindibles para evitar la decadencia de nuestro sistema político parlamentario, revitalizándolo mediante los necesarios ajustes que faciliten una nueva etapa de profundización democrática. Dicho acuerdo no debería ser un problema, sino una baza para los socialistas, que con razón podrían apuntarse una gran parte del mérito en la consecución de ese pacto. Un pacto que, además de procurar soluciones a los más graves problemas de nuestra sociedad, tiene que permitir al PSOE ejercer su papel de oposición de un modo singular, ya que tendrá que velar por el cumplimiento de lo que se pacte. En esa posición podrá reflexionar mejor sobre la nueva situación política que representa la aparición de nuevos partidos en la escena, reconstruyéndose y rearmándose para su tarea como partido socialdemócrata con una visión moderada que le permita recuperar la confianza de los ciudadanos que han dejado de votarle.

Al margen de que pueda convenir o no a los diversos partidos presentes en la escena política, lo bien cierto es que tal acuerdo es reclamado de un modo muy mayoritario por parte de los ciudadanos, que no entienden cómo se pueden abordar nuevas elecciones de un modo indefinido, pues lo que han manifestado, votando lo que han votado, obliga a alcanzar un acuerdo desde diversas posiciones que permita la gobernabilidad, no a repetir sin fin las elecciones hasta que te den la razón. Porque tenemos pendientes los desafíos soberanistas, el cumplimiento de nuestros compromisos con Europa respecto al déficit, la creación de empleo mediante políticas expansivas que ayuden al crecimiento incrementando los salarios, la adopción de políticas energéticas estables, la reforma de la educación, alcanzar un pacto sobre política exterior, la puesta en marcha de una posición común ante las instituciones europeas tras el brexit, la crisis de los refugiados o el terrorismo internacional, entre otros asuntos.

Para poder responder a tantos problemas es imprescindible alcanzar acuerdos con un amplio respaldo, inicialmente del PP, PSOE y C´s, pero ampliable hacia los demás grupos si la reforma pretendiera abordar cambios de fondo en la Constitución. Ese pacto, por otra parte, no es un pacto antinatura como se denuncia desde diversos ámbitos, ya que si se repasa la anterior lista de retos por resolver se aprecia que no es tan distante la posición existente entre los tres partidos concernidos. Al contrario, cada vez hay menor distancia entre los postulados programáticos de los partidos que tienden a la centralidad, a pesar de las soflamas que se escuchan desde algunos sectores del socialismo, abusando de la simplificación de las derechas y de las izquierdas.

Otras vías no parecen posibles, pero además serían irreales pues no habría la mínima coherencia exigible para dar estabilidad a un gobierno de esa naturaleza. Y la estabilidad y los acuerdos son hoy más necesarios que nunca. Tales vías alejarían al socialismo español del centro progresista que es su espacio natural, si quiere recuperar la confianza de la mayoría para poder ser un partido de gobierno más pronto que tarde. Y para ello el PSOE tiene que atender no sólo a la respetable opinión de los militantes socialistas, sino muy especialmente a la de sus votantes, pues no debe olvidar que sus militantes son escasamente un 3,5 % del número de votantes que le respaldaron el último 26 de junio (unos 190.000 frente a casi 5.500.000).

Por otra parte, en tiempos de crisis es más necesario que nunca poder tomar decisiones de un modo ágil, sin tener que estar consultando una y otra vez a las bases, mediante referéndums, primarias, congresos, etcétera. A este respecto sorprende comprobar la frivolidad con la que se acude a convocar consultas sin fin, y la mayor parte de las veces sin sentido, en vez de ocuparse en resolver los asuntos que preocupan a la sociedad. Porque quienes asumen la responsabilidad de liderar una organización tienen que estar dispuestos a tomar decisiones. Pues, si quieren, existen mecanismos de refrendo que evitan consultas permanentes y reiteradas a las bases, o congresos extemporáneos, porque ahora lo importante es permitir la formación de un gobierno mediante la investidura del candidato que reúna el mayor apoyo de entre los que están en el bloque constitucional. En el caso del PSOE, ese mecanismo está domiciliado en el Comité Federal, que es el órgano superior del partido después de un congreso y mientras no se celebre el siguiente, que no parece sensato convocar en este momento, pues evidencia que se antepone el interés partidario al del país.

Este camino, además, puede llevar a que Podemos se acabe quitando sus distintas caretas y, seguro, le hará mostrarse como realmente es, un partido asambleario amalgama de múltiples intereses variopintos, unos antisistema, otros partidarios de la autodeterminación, etcétera, que no puede conseguir la confianza de la mayoría de los ciudadanos, especialmente si el PSOE vuelve a una posición clara e inequívoca respecto al asunto nacionalista, lo que le vendría muy bien para recuperar el gran apoyo electoral que ha obtenido en las últimas décadas. Otro camino sería un suicidio para el PSOE, que dejaría el camino expedito a Podemos y sus confluencias para que ocuparan su espacio histórico. Esta es la encrucijada en la que se encuentra el PSOE, como consecuencia de las malas decisiones del pasado y del presente. Esperemos que se decidan pronto, pues en estas penosas circunstancias si se celebran unas terceras elecciones es muy probable que sufran un importante retroceso.