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Preguntar es pifiarla

Ahora sería un buen momento para que los independentistas catalanes celebraran un referéndum, dado que se ha puesto de moda preguntar al pueblo y cagarla. O sea, que salga lo que no quiere el que convoca. Es preguntar y es pifiarla. Esa es la tendencia. Consultas al sagrado gentío y este te da un zasca en toda la democracia o boca o urna. En el sistema, incluso. Por eso tal vez el PSOE recela de consultar a las bases, porque la aristocracia socialista teme que su intención de que emane un mandato para abstenerse frente a Rajoy salga mal y lo que en realidad obtengan sea un 'no' como la catedral de Burgos o el acueducto de Segovia o el Capitolio de Washington. Cameron también pregunto al paisanaje si querían abandonar la UE. Lo hizo por interés particular y sectario y partidista, por un cálculo político que atañía a sus huestes, a los navajazos en las filas de su partido. Pero acudieron las viejas reaccionarias con el pelo cardado y miedo al paquistaní a votar en masa, por simplificar el asunto, y salió lo que salió. Algo que, por cierto y paradójicamente está fortaleciendo a Europa. Al resto de Europa. En efecto: franceses, alemanes, italianos, españoles, etc. están llegando a fértiles acuerdos estos días por estar unidos en el rechazo a la tozudez de Teresa May, que pareciera haberse afiliado al UKIP, el partido que el otro día en El Pais John Carlin definía como una recua de borrachos en cuyas reuniones internas gana el que más grita y berrea. Con UK fuera, la UE se cohesiona. O al menos, el núcleo duro.

El que convoca, pierde. Ahí está Santos en Colombia, al que no obstante le han dado el Nobel. Eso, por preguntar. Estaría bien, sí, un no rotundo y coñón (cachazudo y desafiante a la par) a la independencia, una sorpresa, un algo. Puigdemont e Iglesias han comido juntos. A lo mejor preguntaron al camarero qué había de menú y este se vio en la coyuntura de ser el pueblo consultado y los mandó al restaurante de al lado: «Aquí se come a la carta», señores. Claro que, estos días, Iglesias es más partidario de comerse un Errejón con papas. Ni él se atreve a preguntarle a sus bases si le sería indigesto.

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