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José Sierra

El factor climatológico

Antoni Rubio, de Avamet, lamentaba ayer en esta misma columna que no se cuente con los meteorólogos para el diseño y planificación de las quemas «controladas» de la paja de arroz en la Albufera, donde la dirección del viento es determinante para calibrar el impacto del humo sobre los habitantes de una aglomeración urbana como Valencia. En realidad, fuera de sectores muy concretos como la aviación, la navegación, en cierta medida la agricultura, y poco más, no suele acudirse a estos profesionales, que tanto tienen que aportar. Poco después de leerle, quiso la casualidad que acabara hojeando el Plan de Acción Territorial (PAT) de l´ Horta, donde figura un largo listado de los impactos positivos, de las ventajas, que tendría la conservación de la huerta que rodea nuestras ciudades. Hay para todo y para todos y se habla, faltaría más, de la necesidad de adaptarse al cambio climático, de combatirlo, etc. Sin embargo, no he encontrado en cientos de folios un documento que se detenga a valorar los beneficios que la huerta juega en el clima de Valencia, su efecto benefactor comparable, quizá, al que tiene la brisa que suaviza el verano. Dicho de otro modo, falta la visión de un meteorólogo que nos explique que si no fuera por l´Horta rodeando nuestros barrios, más que disfrutar de las ciudades probablemente las sufriríamos, expuestos al fenómeno de las islas de calor. Cuesta encontrar cualquier alusión al respecto aunque, finalmente, en la propuesta de memoria ambiental, se cita entre los probables efectos significativos del PAT sobre el medio ambiente las «influencias microclimáticas sobre los núcleos urbanos».

Y hasta aquí puedo leer. Parece obvio que un experto en clima tendría mucho más que decir sobre el modelo territorial y sobre cómo aprovechar mejor un aliado del clima y del bienestar ciudadano como es l´Horta de Valencia. Lástima.

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