El pasado 11, en vísperas de la controvertida Fiesta de la Hispanidad (denominada en alguna época como de la Raza), se inauguró en la Universitat Politécnica de València, el V Curso de Agroecología, Agricultura Urbana, Soberanía Alimentaria y Cooperación al Desarrollo Rural, con presencia del rector Francisco Mora, de la vicepresidenta autonómica Mónica Oltra, y sendas conferencias a cargo de Raúl Aramendy, de la Multiversidad Popular Argentina, y Adolfo Pérez Esquivel, premio Nobel de la Paz en 1980.

Muy interesantes temas se plantearon en las intervenciones desde la mesa -como la relación vital entre salud y alimentación o, la estratégica, entre agroecología, sostenibilidad y futuro de la especie humana-, y en las preguntas o cuestionamientos desde el público. Pero en esta nota quiero detenerme en la referencia que, para resaltar la vigencia y necesidad de las utopías en el siglo XXI, hizo Pérez Esquivel al libro de Sir, San Tomás Moro (1478-1535) titulado Del estado ideal de una república en la nueva isla de Utopía, editado en Lovaina en 1516 y conocido como Utopía.

Hay muchos estudios que documentan acerca de que el más importante libro de este teólogo, político, humanista y escritor inglés, fue nutrido, además de su visión crítica sobre la Inglaterra de comienzos del XVI y de las leyendas que empezaron a circular en Europa al regreso del primer viaje de Colón, por las cartas del almirante a los Reyes Católicos y de Américo Vespucio a los de Portugal, y por inéditos y llamativos eventos como la presentación de tres indígenas ante Enrique VIII (en 1502) y de otros tanto en Rouan en 1509, traídos por los franciscanos.

No sé si los 500 años de la Utopía de Moro, más allá de los círculos académicos especializados, están pasando en Inglaterra tan desapercibo como en España, donde sólo han salido un par de artículos en medios nacionales. Pero explicaciones hay: Allá, por el ruido de un exacerbado nacionalismo trufado de medias verdades, que llevó a la aventura del Brexit y pretende cortar amarras con el resto de Europa y la historia no anglosajona de la isla; y aquí por nacionalismos exacerbados (español, catalán, vasco o gallego), trufados de verdades a medias que pretenden ignorar la historia ajena a su parroquia o ex-imperio. Y, en ambas partes, por el predominio de un pensamiento único, inmediatista y pragmático que condena las utopías diferentes a los espejismos del capitalismo; predominio que viene siendo contestado, aquí por movimientos como el 15M y efectos políticos colaterales; y allá por el despertar de un renovado laborismo socialdemócrata con el liderazgo de Jeremy Corbyn.

Cuando la alcaldesa de Barcelona, Ada Colau, retoma el discurso del descubrimiento y conquista de América como genocidio, está expresando una media verdad que se emparenta con quienes pretenden borrar de la historia local que los Reyes Católicos recibieron a Colón, al regreso de su primer viaje, en la ciudad condal. Es verdad que en el encuentro de dos mundos que se produce a partir del 12 de octubre de 1492 -encontronazo lo califica Pérez Esquivel-, hubo genocidios, saqueos, atropellos y miserias de toda índole; pero también hubo vida, riqueza y mutuos aportes de todo orden. Es esta verdad integral, con los matices o énfasis que corresponda, la que nos permite seguir construyendo de forma sostenible, a ambos lados del Atlántico, utopías de paz, justicia, perdón y reconciliación; y la que, esperamos, se reconozca y re-sienta en la Cumbre Iberoamericana que se llevará a cabo en Cartagena de Indias, los próximos 28 y 29 de octubre.