La campaña reivindicativa de la Generalitat Valenciana con motivo del 9 d´Octubre viene a coincidir con la presentación del libro El despertar valencià, de Victor Maceda, en la que también participaron Ximo Puig y Mónica Oltra. El libro viene prologado por Enric Juliana, quien advierte: «El País Valencià és el territori més delicat i imprecís del mosaic hispànic». Bisagra, frontissa entre lo catalán y lo castellano, como ya apuntaron en su momento Damià Mollà y Eduard Mira. ¿Hacia dónde va hoy en su despertar? Victor Maceda, lo desgrana con acierto, va del espejismo de un reciente esplendor „una economía con pies de barro con el estigma de la corrupción„ a la irrupción de un latente renacer. Decía Eduardo Galeano que en los extravíos nos esperan los hallazgos, confiemos que en esta ocasión así sea, definitivamente.

Los datos que recoge Maceda, todos reunidos, aun conocidos, resultan alarmantes. Renta per cápita, 88,2 en 2015, inferior a la media española de 100, reduciéndose en los últimos diez años. Deuda pública disparada que alcanza el 41,3 % de PIB valenciano en el mismo año de 2015, con una financiación per cápita inferior al resto de las comunidades autónomas y con una inversión por habitante, presupuestada por el Estado para 2015, igualmente inferior a la media española. Todo ello con un índice de desocupación del 21,45 %, superior a la media del Estado.

Nos encontramos por tanto ante la necesidad de superar la gravedad de la situación evitando cometer errores del pasado. Tal como advierte Juliana: «El progressisme valencià de la transició, que ignora o llegeix malament algunes de les pulsions socials més profundes, es veu sorprés per una estrategia de la tensió, orientada des de centres de decisió de la política espanyola». Sin duda, la falta de conexión con la realidad social valenciana supuso la pérdida de algunas opciones progresistas, pero también lo es „y debe reconocerse como merece„ por poner unos ejemplos, que de aquella Llei d´Ús i Ensenyament del Valencià se llega a les Trobades per la Llengua, de los cursos Carles Salvador a Escola Valenciana, y de aquellos Aplecs valencianistas a la asunción de estas posiciones por diferentes partidos políticos, con las matizaciones que se quiera.

La primavera valenciana se hace visible en las instituciones autonómicas cuando, por ejemplo, Raimon recibe la Alta Distinció de la Generalitat y Al Tall pone música al resurgir de un pueblo con el estribillo de una cançó que se vuelve himno entre los jóvenes, y los menos jóvenes, al recordar cómo, tras aquellos hijos y nietos castellanizados, los bisnietos del Tio Canya vuelven a utilizar la lengua de sus mayores: «Mai parlen en castellà com han aprés del seus pares sinó com la gent del poble, la llengua del Tio Canya».

Llegadas las elecciones, el espacio electoral estaba vacío. La sociedad española, tal como se ha podido comprobar, había cambiado. Y la valenciana también. En nuestro caso, integrando distintas sensibilidades sociales se ha podido superar el conflicto que con respecto a la identidad afectó al «progressime valencià de la transició», empleando las palabras de Juliana. Sin hacer dejación de las propias convicciones se ha atendido a aquellos quienes las tenían profundas persiguiendo los mismos objetivos. Lo andado desde entonces ha permitido alcanzar los logros actuales. Victor Maceda nos muestra, con agilidad, las dificultades y aciertos de nuestro despertar ante un futuro, en palabras de Martí i Pol, «lluminós i posible». Sólo nos resta mantener viva nuestra propia convicción.