Cuando unos pocos se reúnen en secreto para alcanzar acuerdos que nos afectarán a todos y toman toda clase de precauciones para que nadie se entere de sus negociaciones, es posible adelantar que nada bueno se cocina allí. Hablando de cocina. Si usted no es muy partidario del pollo clorado, o de la carne tratada con hormonas; si tiene serias prevenciones ante esos alimentos que llaman transgénicos porque le gusta saber lo que come para cuidar su salud, y no quiere que le envenenen por la vía del acuerdo comercial... tiene usted un serio problema. Se llama TTIP y parece una sopa de letras inofensiva, pero es letal para los derechos y la calidad de vida de la ciudadanía europea. Dicen que es para favorecer el libre comercio, pero en realidad lo que favorece es la libre explotación de la ciudadanía de todos los países de Europa. Todas ellas conseguirán un estatus común: el de convertirse en convidados de piedra en sus propios países, ya que sus Gobiernos perderán la capacidad de gobernar ante los grandes lobbies empresariales y burócratas que nadie ha elegido. La maniobra es contundente y totalmente demagógica: dicen que quieren armonizar las legislaciones de Estados Unidos y Europa, y así lo hacen, pero haciendo retroceder en derechos y Estado del bienestar a la ciudadanía europea, ya que las igualan a la baja.

Si a usted le preocupa el medio ambiente, cree en la libertad de expresión o le cabrea el trato preferente que la banca recibe frente a las personas, debe empezar a preocuparse. Si cree que hace falta respetar a la naturaleza, cuidando el único planeta que podremos dejar en herencia a nuestros descendientes y se pone malo ante prácticas como el fracking, ha de espabilar porque el TTIP supone un desprecio absoluto a las políticas de sostenibilidad ambiental y constituye una amenaza en toda regla al clima y la energía limpia. Con él, la agricultura familiar, la ganadería ecológica o las denominaciones de origen que garantizan y mejoran los productos desaparecerán ante la agricultura industrial. Podrán venderse productos peligrosos para la salud y hasta ahora prohibidos en Europa. Si los bancos le tenían preocupado porque siempre salen beneficiados en detrimento de las personas, debe alarmarse. Este acuerdo elimina controles sobre sus operaciones y les da un amplio margen de maniobra.

Si se firma este acuerdo, cerca de un millón de puestos de trabajo se perderán en Europa. Se dice pronto. Las condiciones de trabajo podrían empeorar y los servicios públicos verse todavía más reducidos. Si las privatizaciones le parecían escandalosas... Para las mujeres, este acuerdo puede ser la puntilla que las remate en sentido literal y figurado. Frente a la violencia machista, menguarán los recursos y, por tanto, las garantías de protección y supervivencia. Una opción de empleo que ellas ocupan mayoritariamente como es la Administración pública, reducirá su oferta considerablemente. El entorno laboral será especialmente duro y hostil con ellas y les negará derechos de conciliación abandonando cualquier pretensión de corresponsabilidad. ¿Saben lo mejor de todo? Que este acuerdo puede frenarse en seco si la gente, la ciudadanía responsable, afectada y sufriente, sale a la calle en manifestaciones como las convocadas para hoy y exige, sin contemplaciones, que vuelva al lugar de donde nunca debió salir.