El fuego habló y los hombres han intentado acallar sus conciencias. Un mes después del incendio, los montes de la Granadella están carbonizados. La urbanización Pinosol devastada. Casas, parcelas y jardines calcinados. Los alcaldes de Xàbia y de Benitatxell no lo ven desde sus despachos. Alguien comentó que este desastre no era tan grave porque no afectaba a la fisonomía principal de Xàbia. Se sabía que esto iba a ocurrir. Puede seguir pasando con otras zonas verdes que no se controlan ni se limpian ni se abren accesos para combatir los incendios. Detrás de cada catástrofe suele estar la acción o la omisión humana. Fue evidente. Quienes siguieron los acontecimientos vieron cómo surgían las llamas en distintos puntos simultáneamente. No hay colillas que salten a cinco kilómetros para prender fuego en lugares sensibles. Aunque se empeñe el delegado del Gobierno, Juan Carlos Moragues. Estuvo planificado. Finalizaba la temporada estival récord en afluencia turística a la zona. Los visitantes europeos se incrementaron por la inestabilidad en Turquía, Túnez, Egipto, Marruecos, Jordania o Líbano. Si alguien quiso sembrar el pánico en Europa, lo pudo conseguir en las urbanizaciones de Xàbia y Benitatxell: Tossalet, Pinosol, Cumbres del Sol, Costanova, Adsubia, Cansalades, varios hoteles, miles de casas diseminadas y de apartamentos. La repercusión en los servicios informativos de todo el mundo fue espectacular. Pudo ser deliberado y se puede repetir.

Martín Domínguez Barberá, en 1958, tras la riada del 57, se inspiró en la frase evangélica „«cuando los hombres callan, acaban hablando las piedras»„ el mundo inanimado o las grandes catástrofes. Se refirió a que «los hombre enmudecen, enmudecemos a veces por inconsciencia, por ignorancia, por comodidad, por cobardía€» En esta catástrofe de septiembre de 2016, el fuego habló. Puso sobre la consternación de las víctimas, las consecuencias del crecimiento desordenado, la falta de previsión, de vigilancia, de limpieza en los montes. Detrás del incendio está la mano del hombre y la incompetencia a la hora de administrar el patrimonio de todos. El Ayuntamiento de Xàbia recauda más 12 millones de euros por tributos inmobiliarios y no puede inhibirse de su responsabilidad con una visión cicatera y pueblerina. Silencio dentro, silencio fuera, pero silencio culpable.

La zona calcinada coincide en un 70 % con los montes que ya ardieron en 2000. Sin ser agoreros, volverá a ocurrir. Para evitarlo sólo hay un sistema: prevención, vigilancia, limpieza del monte, poda del arbolado,cortafuegos, eliminación de la leña seca. Un pueblo como Xàbia que tiene un presupuesto que excede los 800.000 euros para fiestas y que ha aprobado cuatro millones para mejoras urbanísticas, puede dedicar al menos dos millones de euros para proteger el patrimonio, los bosques, los árboles, los parajes, el paisaje, los jardines, las viviendas y el ecosistema. Tan atractivo y tan vulnerable. No bastan dos charlas de los bomberos de Dénia a las víctimas€ y así nos lavamos las manos. Está en peligro la principal fuente de ingresos del municipio y de sus habitantes. Se están jugando la gallina de los huevos de oro.

La acción devastadora del fuego en Benitatxell y Xàbia ha sido desoladora. No se trata de un incendio más. La acción incontrolada mantuvo en vilo durante varios días a una amplia zona que constituye uno de los reductos turísticos más valiosos del Mediterráneo. Las principales cadenas de televisión europeas recogieron la magnitud del incendio y las consecuencias de la imprevisión.

Quienes vivieron desde las 17:30 de la tarde del domingo 3 de septiembre el curso de los acontecimientos saben lo que pasó. Se puede describir las secuencias que fueron amenazando el presente y el futuro de una población como Xàbia que tiene cerca de 30.000 habitantes censados y alberga a más de 200.000 personas en el punto álgido del mes de agosto. Lo que tenía que pasar, ocurrió. Se desconoce cómo se piensa combatir estas calamidades que, desde diferentes puntos, violentaron el ecosistema, el paisaje, el medio ambiente, las vidas, los hogares, las propiedades, la seguridad y el porvenir de miles de personas. Ciudadanos del mundo que se sienten atraídos por el enclave más sobresaliente en el litoral Este peninsular. Las circunstancias aciagas han confluido. A la sequía prolongada de dos años le ha acompañado la acción del hombre. Xàbia tiene otros puntos negros en su configuración: la Fontana, la construcción irresponsable en la Costera de Sant Antoni que bloquea las avenidas, la saturación en el Portitxol y en el Cap Negre, la carencia de vías de evacuación e intercomunicación, el desmadre de la Granadella y las tres torres monstruosas que destrozan, como tres cíclopes, la estética de la bahía en Duanes del Mar, en el primer Muntanyar y en el bloque que se edificó sobre las ruinas del castillo del Arenal. Triple delito: urbanístico, arqueológico y estético.