Levante-EMV

Levante-EMV

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Quince días de infarto para parir Gobierno

Ay, que risa, María Luisa!», es la expresión popular con la que los españoles expresaban su incredulidad en época del nefasto rey Carlos IV, casado con su prima María Luisa de Parma. Recuperó esa expresión hace poco el historiador y expresidente extremeño, Juan Carlos Rodríguez Ibarra, al ser preguntado si creía que Pablo Iglesias facilitaría un gobierno de los socialistas frente al PP. Como esa oportunidad ya la tuvo Iglesias en marzo y, en palabras de Mario Jiménez, portavoz de la gestora socialista, «entonces le puso la alfombra morada a Mariano Rajoy», Ibarra respondió así por tres veces: «¡Ay, qué risa, María Luisa!».

Como ni la política ni la aritmética permiten otra cosa, vamos de cabeza a terceras elecciones, salvo el mal trago de algunas abstenciones socialistas en la última semana del mes. Tendrán que ser socialistas, porque en el PNV hasta se enfadan si se les pregunta por ello. Es un mal trago porque llega en pleno juicio contra la corrupción del PP en el caso Gürtel, y otras derivadas, y con Mariano Rajoy como candidato, el que animaba a resistir a Luis Bárcenas. Es difícil de digerir para Albert Rivera y para Javier Fernández, presidente de la gestora socialista que convoca al Comité Federal para esta semana. Allí, si se aprueba, será raspando el poste y después llegará el circo de las votaciones con los diputados divididos. En el Congreso quizás sea más fácil, porque los ochenta y cinco parlamentarios socialistas saben que, si van a elecciones en diciembre, muchos de ellos perderán el empleo. Con todo, los siete del PSC votarán que no y cabe suponer que Pedro Sánchez, Luena, Susana Sumelzo, Adriana Lastra y otros fieles al derrocado secretario general, harán lo mismo.

Si la legislatura por fin arranca, después de trescientos quince días en el vacío, tiempo habrá para dos ajustes de cuentas pendientes: el primero, identificar a los cerebros del chapucero asalto a Ferraz y de la no menos penosa defensa numantina de Pedro Sánchez. Se publica, aunque no está probado aún, que el asalto lo dirigió Máximo Díaz-Cano, todopoderoso hombre fuerte de Susana Díaz, y la resistencia es de autoría intelectual de César Luena, apodado como el Lince por el exministro José Luis Corcuera. Hay que identificar, con pruebas, a los cerebros, para protegerse de ellos porque, en acción combinada, podrían hundir una multinacional en quince días. Nunca se hizo tanto daño el PSOE a sí mismo.

El segundo ajuste de cuentas se prepara con setenta mil firmas de militantes que exigen congreso extraordinario y primarias. Entonces puede resucitar Pedro Sánchez, elegirse a Susana Díaz o que aparezca un tercero, que es lo que buscan algunos de los ilustres firmantes. Pocos han dado la cara de momento salvo algunos alcaldes, como el tuitero de Jun, que se juega el tipo, o el de Valladolid. Casi todos los ediles firmantes opinan que hay que dejar que comience la legislatura, porque está todo peligrosamente parado en España, y después ya se resolverán los asuntos internos. De hecho, el vallisoletano Óscar Puente nos recordaba que él pidió abstención del PSOE al día siguiente del 26J y lo callaron a gorrazos.

Estos quince días de infarto coinciden con el juicio de la trama corrupta Gürtel donde brilla en sus declaraciones el jefe de la mafia, Correa, alias don Vito. Demuestra su inteligencia porque colabora con la Fiscalía, concentra las responsabilidades en los que están ya perdidos y exculpa a todo el mundo que puede, quizás para que en su día lo ayuden. Así, deja fuera a Mariano Rajoy, con gran alborozo de Cospedal, y defiende a sus propios colaboradores. Lo más llamativo es que, tras confirmar que el dinero procedía sobre todo de adjudicaciones de Fomento y Medio Ambiente (con Jaume Matas en este ministerio) insiste en que los pagos a un tal P. A. C. no correspondían al entonces ministro Paco Álvarez Cascos, como se daba por seguro pero no se ha podido probar. Quizás, dijo, P. A. C. sea él mismo, Paco Correa, o su segundo, Pablo Crespo. Qué gran ocasión perdió el fiscal de replicarle: «¡Ay, qué risa, María Luisa!».

Compartir el artículo

stats