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En la disyuntiva

Atravesamos la semana crucial, para el sistema, para el PSOE, para la legislatura. Desde antes de presentar su dimisión el secretario general socialista, Pedro Sánchez, el tema estaba planteado, por no decir desde el día siguiente a las elecciones del año pasado. Han pasado más de 300 días dando vueltas por el laberinto, buscando una salida. Y se salga como se salga, por «abstención técnica» o por lo que sea, la sutura no es buena y se pagará. Todo se paga, señalaba Hemingway.

Sea el resultado de la fragmentación „como suele decirse, aunque en las Cortes había partidos que han desaparecidos, y algunos con mejor representación que tienen ahora y más peso, que hacían valer„ pero han sido las nuevas formaciones que venían para cambiarlo todo las que han puesto en el disparadero tanto al PP como al PSOE, más todavía a éste, que ha cargado doblemente con la responsabilidad y que ha hecho estallar la crisis interna hasta resentirse las costuras.

La reunión celebrada para coordinar al grupo socialista tanto en el Congreso como en el Senado, trata de hacerles sentir la responsabilidad de no votar divididos si se llega a una nueva investidura con Mariano Rajoy como candidato. El equipo de la gestora no las tiene todas consigo a pesar del apoyo de la federación andaluza, la más numerosa y la mejor representada tras los últimos comicios (la cuarta parte de los diputados son suyos y se necesita solamente la abstención de 10, sí, para que la investidura cuaje). Y menos desde que Miquel Iceta, recién relegido en el PSC se resiste y sigue en el no que decidió el Comité Federal y que hizo decir a Sánchez «no es no». ¿Cómo cambiar del no a la abstención? En ellos están, con esfuerzos ímprobos, tratando de justificar este cambio de forma táctica, política o «patriótica"».

Como ha comentado algún dirigente de Podemos, por esta vía «el PSOE se está ahorcando». Pero si porfían, vamos a terceras elecciones, con una sola semana de campaña, y fuera quien fuera el candidato (dudo que Susana Díaz quiera serlo en estas condiciones arriesgadas) se iba a estrellar. Es peor, dicen, irse a las urnas y constatar el fracaso, como anunciaban las gallegas y las vascas recientes todavía, donde las mareas y la coalición podemita les han sobrepasado. De producirse el sorpaso, a la tercera iría la vencida.

Pero lo que en realidad se dibuja, y las encuestas apuntan la tendencia, es que el PP subiría y socialistas y Ciudadanos bajarían. Tal vez las sumas serían semejantes, sin una mayoría clara (absoluta) de un lado u otro. Lo que obligaría a negociar, a la baja€ Si hacemos una prospectiva, eso quiere decir que en años (ni en dos ni en cuatro) la izquierda sumará lo suficiente para darle la vuelta a la tortilla en el Parlamento y que otra alianza dé lugar a un gobierno estable.

Por lo que „entre otras novedades que ha traído la resituación del electorado„ nos hemos de acostumbrar a la geometría variable, durante un año como mínimo y tal vez, a consecuencia, para otros cuatro después. Los altibajos están cantados, las tensiones van a aflorar y todo tendrá más dramatismo. Por supuesto, todos pagarán por ello, aunque no en la misma medida. Y hay peligro de ruptura y que nadie pueda arreglar las costuras.

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