En 1926, el papa Pío XI con su encíclica Rerum Ecclesiae reafirmó la importancia del objetivo misionero de la Iglesia: «Hacer partícipes a todos los hombres de la redención salvadora de Cristo». Y suscribía, además, el acta fundacional del conocido Domund (Domingo Mundial de la Propagación de la Fe), a celebrar cada año en el mes de octubre con el fin de recoger fondos para el mantenimiento de esta obra. Mañana domingo cumple su 90 edición. Y como es costumbre, bajo un lema, que para el actual es el de «Sal de tu tierra», es decir, que los católicos salgan de sus propios egoísmos para abrirse a la misericordia de todos los necesitados que viene atendiendo en sus instalaciones misioneras de todo el mundo. Un lema muy acorde con el objetivo general que el papa Francisco ha señalado para toda la obra que se lleve a cabo este año definido por él como el Año de la Misericordia.

Hay que tener en cuenta que la obra misionera de la Iglesia en los cinco continentes abarca 983 «territorios de misión» en los que mantiene capillas, escuelas, hospitales o comedores, todo atendido por personal docente y sanitario, tanto religioso como laico. En concreto, unos 50.000 sacerdotes y 370.000 catequistas seglares, casados o solteros, que trabajan a tiempo completo o parcial. Una obra que bien se podría tachar de colosal y ha ido creciendo cada año desde que en sus orígenes en 1622 el papa Gregorio XV (1554-1623) creó la llamada Congregación de Propaganda Fide para atenderla. Hasta ese momento no era necesario porque, con el descubrimiento de América y de nuevos territorios por los Estados católicos de España y Portugal, eran ellos mismos los que se encargaban del sostenimiento de todos los misioneros y sus obras, con los especiales privilegios que en forma de patronatos o vicariatos regios les concedían los papas.

Pero sucedió que, acabados estos patronatos con el derrumbe de los imperios de España y Portugal, tuvo que hacerse cargo de esta obra misionera la propia Iglesia, que era en verdad a quien correspondía, volcándose entonces en su atención todos los papas posteriores. Sobre todo los del siglo XX, entre los que sobresalen el mismo Pío XI (1922-39) además de por su institución del Domund, por haber fomentado la creación del clero indígena para asegurar el futuro de la Iglesia en sus países de misión; Pío XII (1939-58) por haber establecido la consagración de obispos y aún cardenales oriundos de estos países; y Pablo VI (1963-78) por haber impuesto la costumbre de promocionar cada año la campaña del Domund con un mensaje pontificio personal y un lema exclusivo.

De la importancia que ha alcanzado esta obra misionera da testimonio la cantidad de 97.606.360 euros invertida por la Iglesia el pasado año, gracias a la aportación económica de los católicos de todo el mundo. España fue el segundo país que más fondos aportó, con un total de 13.722.015 euros.