Levante-EMV

Levante-EMV

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Perplejos en Fez

Estábamos en la ciudad de Fez, en lo alto de unas fortificaciones: el amable gerente del hotel, el Riad Passiflora, donde habíamos pasado la noche, se había ofrecido como guía. Nos enseñaba las murallas, los minaretes y otras huellas del paso por la ciudad de sus dinastías rectoras. En eso que vimos unas construcciones, airosas y blancas, esparcidas por una atalaya de privilegio dominando la ciudad ¿Qué era aquello? Y nuestro cicerone que, como buen marroquí, habla todos los idiomas, dijo: «Eso es el cementerio y los vivos se mueren por vivir allí». Reparo en que buena parte de los motivos decorativos musulmanes son mandalas.

La obligación de un buen turista es visitar el palacio real y la medina de Fez, pero nosotros traíamos deberes hechos de casa: queríamos ver la universidad más vieja del mundo, la de Qarawiyyin, que fundaron las dos ricas herederas de un comerciante afortunado en el siglo IX (!). Claro que seguramente hubo, antes, algo parecido en la India o en China, pero como están lejos, no computan para nuestro ombligo pagado de sí. No pudimos entrar en la mezquita. Hace años, creo recordar, los rumis sí podíamos hacerlo, debe de ser una concesión a los islamistas. Tampoco pudimos visitar su maravillosa biblioteca, aún en obras y que restaura otra mujer, la arquitecta Aziza Chauni.

Así que al final no tuvimos más remedio que ponernos las orejeras y pasar por el tubo, como los burros, que disputan el escaso espacio de la medina con vendedores pegajosos, tiendas de dulces, pestiños y turrones en los que se arremolinan las moscas y las abejas; con los guiris, los paseantes y los devotos que acuden a la mezquita. A los burros les arrean por detrás y van en línea sin uncir. ¡Como que llevan en la frente un número estampado en una tarjeta! ¡Burros matriculados, qué buena idea para salir de nuestro atolladero educativo! No se perdió nadie: ahí estaba Orfelino guardando la retaguardia. Atrás quedaron el desierto y nuestros amigos Larbi y Smail, que canta muy bien, aunque a la guitarra con la que se acompaña le falten dos cuerdas.

Compartir el artículo

stats