Debemos ir a unas terceras elecciones. En la tesitura actual en que se encuentra el PSOE no debe decantarse la situación política por una abstención que tiene mucho de fraude a la democracia. Efectivamente, tras las dos elecciones anteriores, y casi un año de gobierno en funciones, ahora ya nos conocemos todos. Los viejos y los nuevos partidos. Los ciudadanos saben a ciencia cierta de qué pie cojea cada uno. Es decir, sabe las líneas rojas y de unos y otros. Con quiénes pueden o no pactar en función de tal figura geométrico-política. Entienden, por ejemplo, que Podemos „que aparecía como una esperanza de cambio del estancamiento político bipartidista que nos ha llevado al grado de indignación y postración social actual, al salirse de la Constitución sin una alternativa seria y real a la misma, con un planteamiento pseudopatriótico de defensa a ultranza del llamado derecho a decidir de las diferentes autonomías que constituyen el tejido territorial del actual sistema constitucional, con riesgo real de provocar una auténtica balcanización de nuestro país„ ha quedado prácticamente bloqueado como alternativa. En adelante, lógicamente se va a deslizar hacia abajo, hasta su marginación. Si no, al tiempo.

Por otro lado, Ciudadanos, el otro partido emergente a consecuencia de la indignación provocada por el bipartidismo y su gestión nefasta y cruel de la crisis económica, ha sido incapaz de salir del círculo neoliberal trazado por el PP. Su defensa de la Constitución y de la unidad territorial es meritoria. Sin embargo, la deriva de estos diez últimos meses de gobierno en funciones de Rajoy, lo ha desgastado hasta extremos que hacen difícil su supervivencia como fuerza política independiente, a pesar de algunos apuntes de interés para la regeneración política de la derecha, en su intento de sacar a ésta del lodazal en que la ha metido la elite del PP.

Y finalmente, la situación del PSOE, descabezado y humillado ante el paciente Rajoy. Sin una alternativa que le distancie en lo político, en lo social, y sobre todo, en lo económico del PP, y de las actuales políticas neoliberales predominantes en Europa y en gran parte del mundo, asentadas en una alienación depredadora del sistema capitalista. Y con un confuso planteamiento en su conjunto de la política territorial a seguir en la actual encrucijada independentista, que ha fracturado la débil estabilidad de los últimos treinta y siete años de democracia.

Se dice que la ciudadanía está harta de elecciones, sobre todo, por parte del PP, aunque con la boca pequeña ante las expectativas de remontada que se le augura ante unos terceros comicios, lo que está por ver. Y sin embargo, creo que ante la presente situación de confusión política, la alternativa mejor, o menos mala, es dejar que hablen los ciudadanos con su voto. Eso es la democracia. Es el momento de probar la madurez de este pueblo.