La concesión del Nobel de Literatura al cantante de pop music norteamericano Robert Allen Zimmerman ha causado una honda emoción en el globo terráqueo. Como escribió Jean Cocteau, «sé que la poesía es indispensable, pero no sabría decir para qué». Este sabio apogtema nos induce a preguntarnos: ¿es poesía lo que ha escrito Robert Allen Zimmerman, o son mediocres letras de canciones de pop music?
Usemos el método comparativo. Blowing in the wind (Flotando en el viento), poesía-canción publicada en la revista Hola: «Cuántos caminos debe recorrer un hombre/antes de que le llames "hombre"./Cuántos mares deber surcar una paloma/antes de dormir en la arena./Cuántas veces deben volar las balas de cañón/ antes de ser prohibidas para siempre». Estribillo: «La respuesta, amigo mío, está flotando en el viento,/la respuesta está flotando en el viento».
Es casi seguro que el presidente Zapatero se inspiró en este estribillo cuando en 2009 declaró que «la Tierra no pertenece a nadie, salvo al viento», durante la Conferencia sobre el Clima Climático de la ONU, en Copenhague. Años antes, en 2005, ya anticipió su poesía cuando en Guadalajara fallecieron once personas a causa de un incendio forestal porque unos lugareños no apagaron totalmente su barbacoa. Dijo ZP: «Esto es una muestra más del cambio climático», confundiendo la combustión de una barbacoa con el deshielo de la Antártida.
He pasado la última semana escuchando en Youtube las letras, la música, la voz y el rasgueo de guitarra de Robert Allen Zimmerman, hijo de una familia de clase media. Se fugó de casa. Las melodías son vulgares. Desde luego ni es Cole Porter ni Richard Rogers ni Jimmy Van Heusen ni Harold Arlen. Su voz es limitada y su timbre, arisco, incluso desagradable. No sabe tocar la guitarra más allá de rasguearla, como Raimon (es incapaz de interpretar single notes). Y su poesía es de andar por casa. Compárese con la inteligencia y compromiso social libertario e iconoclasta de George Brassens, fallecido en 1981, La mauvaise réputation o Le Gorille y otras de un profundo y amargo lirismo.
Mister Allen Zimmerman empezó cantando en coffee houses de Greenwich Village, sin el menor parecido con el cosmopolita barrio de Ruzafa de Valencia. Era un folk singer de la época (1961), imitador del genial Woody Guthrie. Un listo empresario, Albert Grossmann, y la Columbia, su empresa discográfica, lo descubrió en un garito cuando cantaba Blowin´In The Wind e «hizo de él un pseudo-líder, un profeta de la juventud estudiantil y politizada» (Philippe Daufouy). Al poco se convirtió, lo convirtió la Columbia, en el bardo progre de los campus universitarios, siempre lleno de ingenuos alumnos que quieren cambiar el mundo. Hasta hoy, sin resultados palpables. Lo que no le impididió escribir una canción sionista (Allen Zimmerman es judío) en su albúm Infidels (1983), titulada Barrio Bully.
Frank Sinatra continúa siendo La Voz. A su lado, el señor Zimmermann es un pigmeo de timbre arisco y nasal. Hay pocas canciones tan emotivas y líricas como It Was A Very Good Year (1965), del álbum September Of My Years, escrita por Ervin Drake y orquestada por Gordon Jenkins. Tengo este álbum en vinilo y en CD. En Youtube está la grabación en el estudio de la Capitol. Impresiona ver a Sinatra en plena grabación. Sólo una toma y con la orquesta a su alrededor, incluida una sección de cuerdas. Nos cuenta el transcurso de su vida. Poesía acibarada en la letra y dramatismo en su interpretación.
Si viviera, nosotros no le hubiéramos dado el Nobel de Literatura a Bob Dylan, sino al autor de esta poesía (y muchas más): «Ahora, quítate mis besos,/Dáte alquitrán y vinagre,/Entra en un río de greda/O en una selva de sables,/Busca otros besos que pongan/A los míos antifaces./¿Qué habrías de conseguir?/Dí,/Si habrían que machacarte/Y en el polvo de tus huesos/Estarían mis señales». (Los besos que yo te dí, de José Antonio Ochaíta).
O incluso a este texto infantil: «Yo adoro a mi madre querida/Yo adoro a mi padre también/Ninguno me quiere en la vida/Como ellos me saben querer./Si duermo, ellos velan mi sueño/Si lloro, están tristes los dos/Si río, mi rostro de ensueño/Mi risa para ellos es el sol/Los dos, con inmensa ternura/me ayudan a ser buena y feliz/Mi padre, por mí, lucha y piensa/Mi madre ora siempre por mí». (Florita).