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Vote a Lobezno

Si tienen el valor de encararse unos minutos con algo de lo que la tele vende como información y sólo es propaganda (eso vale para la mayoría de lo publicado, también), verán a un alegre cronista que suelta que la campaña presidencial de los EE UU «está siendo la más bronca y agresiva de la historia». No saben de historia, obviamente: otras veces ha habido tiros, trompicones y huelgas, y no pocas; en cambio, ahora, la gente trabaja o cobra el subsidio o se empapuza con fritos, de puro maíz, encogida y aterrorizada frente a la tele: espectáculo en vena. A la policía se le mueren de muerte natural, a causa de los tiros que se les escapan a propósito, negros esquizofrénicos, desarmados, menores, choricillos y, sobre todo, pobres. Siempre negros.

De lo que se infiere que doña Hilaria Clinton es de una derecha de siempre (como Felipe) y Donald Trump tiene montado una especie de reality con ella, de modo que es como si después de tantos años, se reunieran los triunfitos y, pongo por caso, se tiraran de los rizos (de él), de David Bisbal, Chenoa y el de bulería, bulería. O sea como en Gran Hermano. Como en Europa: sólo se oye el mensaje de Wall Street o el de Marine Le Pen y, aunque era el preferido de los electores y militantes del partido y el candidato con más ventaja sobre Trump, George Sanders no se ha podido presentar, lo que demuestra que al presidente no lo elige la gente, sino que lo ascienden por cooptación. Como los obispos. Uno de los nuestros, que no nos sorprendan, póngale un cero más en el talón y que calle. Las puertas giratorias y todo eso.

Extrema derecha es una etiqueta demasiado clarificadora y topológica para definir a Trump que es algo mucho más primario: carcamal, narciso enamorado de su garrulería, sacamuelas y rico, una doña Rogelia, igual de gruñona pero con menos gracia y con la pañoleta sustituida por una ensaimada pálida. Clinton es calculadora, lista, imperialista y agresora acreditada. Una mala persona. Susto o muerte, en efecto. Un caso de libro para la abstención activa. Yo votaré a Lobezno, que daña sin querer.

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