El pensamiento crítico y el espíritu reivindicativo e indisciplinado, siempre han estado en el ADN de la izquierda. En no pocas ocasiones, han servido para alimentar y enriquecer el debate y las ideas. Sin embargo, actualmente, tan fragmentada como polarizada, se podría decir que no vive su mejor momento. No hay más que ver las crisis internas en las dos organizaciones de este espectro ideológico: Podemos y PSOE. Dos discusiones que, a pesar de ser distintas, guardan cierto paralelismo. De un lado, Podemos: un partido que con menos de tres años de vida, ha logrado conquistar el voto de más de 5 millones de ciudadanos. De otro lado, el PSOE: un partido centenario que sufre con la apabullante pérdida de apoyo social que está sufriendo en tan poco tiempo.

En la ambición por conquistar el ámbito electoral del PSOE, Pablo Iglesias e Íñigo Errejón lideran dos posturas diferentes. El primero, defiende mantener a Podemos en la línea de un discurso duro, más radical y reivindicativo. El segundo, representa la tesis contraria, la de virar hacia la moderación. Mientras, en la otra orilla de la izquierda, el partido socialista se abre en canal frente al simplificado debate del sí o no a la abstención. Una discusión que, sin duda, no se explica sin la existencia de un competidor político que viene pisándole los talones: Podemos.

El debate es a la política lo que el agua a la vida. La construcción del discurso, el contraste de las ideas, la deliberación e incluso la discrepancia, son vitales en una sociedad democrática, así como, dentro de sus propias organizaciones políticas. La cuestión no es debatir, sino cuál es la profundidad del debate y en qué términos se discute. Cuando se hace de una forma honesta y serena, la política crece. Por el contrario, si se simplifica y se reduce al eslogan, a los mensajes vacíos de contenido, la política mengua. Actualmente, carente de un debate político serio y reflexivo, la izquierda se encuentra rota, descompuesta y sin un discurso claro.

En este contexto, va a ser crucial el relato que sea capaz de escribir el PSOE. Un proyecto que, más allá de los egos y personalismos, debería superar la política de mínimos, de lo simple. Una aspiración, a través de la cual, liderar un nuevo programa socialdemócrata capaz de representar a la mayoría de la sociedad. Tal como ha hecho durante años.