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¡No me votéis, por favor!

Hace poco menos de un año, los analistas eran (casi) unánimes: Mariano Rajoy estaba políticamente muerto. Las alternativas eran: votar a otro candidato del PP, que el PSOE hilase una alternativa, o unas improbables terceras elecciones. Finalmente, desembocamos en esta última opción, con el resultado por todos conocido, y Rajoy, que „como siempre„ había resistido, imperturbable, en los momentos difíciles, por la vía de no moverse, salió enormemente fortalecido del envite.

A partir del 26 de junio, quedó bastante claro que Rajoy no sólo no estaba muerto, sino que tenía muchísimas posibilidades de alcanzar finalmente la investidura, con los votos de ya veríamos quién. Pero lo sorprendente, y mucho, es la enorme facilidad con la que ha conseguido estos votos; hasta cabría decir que los partidos de oposición rivalizan por regalarle sus votos a Rajoy.

Primero fue Ciudadanos, partido cuyo granero electoral se basa en votantes de centro, descontentos con los partidos clásicos. En su día, Ciudadanos alcanzó un pacto de investidura con el PSOE en el que los socialistas aceptaron importantes aspectos del programa electoral de C's. En cambio, el pacto con el PP es mucho más difícil de analizar en este terreno, puesto que no hay apenas cesiones de ningún tipo, sólo buenas palabras y mucha vocación regeneracionista, es decir: humo.

Posteriormente, llegó el psicodrama socialista. El no a Rajoy, eje del discurso del PSOE durante al menos un año y dos campañas electorales, quedó pulverizado al aprobar el Comité Federal una abstención incomprensible, y que se entiende aún menos conforme intentan explicarse sus motivos desde el propio PSOE. La cosa se resume, más o menos, así: el PSOE haría esto por España, por responsabilidad, pero ojo, que el PSOE se plantea hacer una oposición durísima a Rajoy, y que creen que Rajoy es un sinvergüenza y su partido el compendio de todos los males; que el PP, en resumen, es una amenaza para la cohesión, a todos los niveles (social, cultural, económica, territorial), de España. Pese a lo cual... ¡El PSOE le dará el Gobierno a ese malvado conservador!

Por si lo anterior fuera poco, se combina con el argumento pragmático, en el que ya nos olvidamos del sacrificio por España y demás, de que si hay terceras elecciones el PSOE perdería diputados. Razón por la cual estamos ahora mismo en un proceso de pre-expulsión de los díscolos del Grupo Parlamentario Socialista a los que se les ocurra votar no en la segunda votación de investidura de Rajoy. Con lo que, en efecto, el PSOE acabaría teniendo... menos diputados. Para rematar, esta abstención, que se presenta como algo inevitable, le sale absolutamente gratis al PP. No hay ningún tipo de concesiones, ni de condiciones previas, ni nada de nada. Abstención a Rajoy porque el hombre, al parecer, y a pesar de sus múltiples defectos, que constantemente nos recuerdan los socialistas, se lo merece.

Todo esto deja el camino de la oposición totalmente expedito para Podemos, que, a poco que jugase sus cartas con buen criterio, podría apropiarse de buena parte del voto socialista, así como de votantes de Ciudadanos y votantes que se abstuvieron el 26J, pero que continúan buscando alguna alternativa al sistema político-institucional que rige el país.

En cambio, Pablo Iglesias ha decidido ofrendarles a todos estos votantes potenciales un rosario de clichés de la izquierda asamblearia española, montando una manifestación en torno al Congreso de los Diputados... en el que, como bien le recordó Rajoy, también se encuentran ellos. Un enfoque con el que Podemos corre un serio riesgo de izquierdaunificarse definitivamente, es decir: encontrará el mismo techo electoral (modificado por la crisis y el hundimiento socialista, pero techo al fin) que se encontró Julio Anguita en el 96.

Y con Podemos autolimitándose para ganar pureza ideológica, o de pose, y Ciudadanos y PSOE abducidos por su apoyo al PP, el balance de la situación es muy clara: si hace un año Rajoy estaba muerto, hoy está más vivo que nunca. Se antoja normal, en este contexto, que Isabel Bonig se permita el lujo de chulear a sus aliados socialistas con cartelitos cachondeándose de la abstención del PSOE: tanto ellos, como los dos partidos emergentes, parecen empeñados en que sus votantes les voten lo menos posible.

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