«Que la prudència no ens faci traïdors»

Jordi Carbonell (1924-2016)

Llevamos un mes de crisis socialista. Vivimos circunstancias nada favorables para los valencianos. ¿Dónde está el proyecto de país que necesitamos? ¿Los políticos son conscientes de su responsabilidad y de su misión? ¿Qué están haciendo, con eficacia, por los 500.000 desempleados del País Valencià, que padecen una situación injusta? Poco o nada se hace para rearmar la industria. La única que puede proporcionar empleo estable, cualificado y tecnológicamente avanzado. Ningún país progresa sin una industria que lo sustente. ¿Están concienciados de que lo importante no es el porvenir de sus cargos o de sus partidos, sino las razones que les han llevado al poder? ¿Saben que su función es servir a la sociedad y no servirse de ella? No sólo se deben a sus votantes, a los que desconocen y a los que pueden perder. Tendrían que trabajar para todos los ciudadanos y olvidar sus pugnas partidistas.

La crisis del PSOE genera inquietud sobre la gobernabilidad ¿Qué pasaría si Mariano Rajoy convoca elecciones en mayo de 2017? Puede hacerlo y así lo ha advertido. ¿Los posibilistas se lo van a poner fácil después de tanto ruido? Inquieta la mirada torva del presidente de la gestora del PSOE, Javier Fernández. ¿Por qué se ha de confiar en la socialdemocracia oficial cuando está en manos de quien no mira de frente? Ni la andaluza Susana Díaz revela sus planes ni su lugarteniente asturiano mira cara a cara.

Más inmediata es la fractura territorial de los socialistas en el País Valenciano. En la votación pro abstención, la mitad de los veinte compromisarios del PSPV discrepó de la otra mitad. Cabía esperar el alineamiento con los colegas del PSC de Miquel Iceta o con los socialistas baleares de Francina Armengol. El bloque mediterráneo unido en defensa de los principios hubiera augurado cohesión para otras batallas. Unos cuantos comprometidos con el «no es no» hasta el final. Como gesto testimonial de los que se aferran a la coherencia y a la dignidad. El president, Ximo Puig, metió la pata al mezclar su papel como dirigente del PSPV con la neutralidad deseable para la primera autoridad de los valencianos. No cayó en quiénes eran sus socios de gobierno. De tanto saltar charcos en ejercicio posibilista, perdió el equilibrio y se alistó con la tropa andaluza de Susana Díaz, cuando ya sobrepasaba Despeñaperros. Las elecciones gallegas y vascas habían arrojado resultados desastrosos para el PSOE. La debacle socialista estaba anunciada. ¿A qué venía rasgarse las vestiduras? La víctima había sido señalada con antelación. Dos días antes de los comicios, la avanzadilla y los conjurados habían superado Madrid. En tierras zamoranas, a la sombra del castillo de Belmonte, se confabularon para derribar al secretario general del PSOE, Pedro Sánchez. Había mantenido el «no es no» a Rajoy que le comandó su comité federal. Fue el pájaro a abatir a cuenta de un fracaso colectivo. ¿Alguien imagina a Íñigo Urkullu o a Carles Puigdemont participando en la defenestración del secretario general de su partido?

En pleno asedio en Ferraz, cuando el president se retrasó el 29 de septiembre en la entrega de los Premios Cámara 2016, no se entendía nada y todo se atribuyó a una algarada a las puertas de Blanquerías. Joan Lerma salió al paso con unas declaraciones, pidiendo respeto para un posible acuerdo contra las políticas de Rajoy, maestro de los que no pactan nunca nada. Con el tiempo, las posturas han ido cambiando y cuando se vio que vencía el golpe contra el «no es no», los valencianos del comité federal se fueron inclinando hacia el posibilismo.

En diciembre de 1995 „un mes después de que Eduardo Zaplana arrebatara la presidencia de la Generalitat a Joan Lerma„ el historiador Josep Fontana, glosó desde el Paraninfo de la Nau, la medalla de la Universitat de València al periodista Vicent Ventura y advirtió del posibilismo frente a la lucha por los principios. El eterno debate entre los fines y los medios. Dijo: «Els que van mantenir a València la necessitat de respectar per damunt de tot els principis i es van veure marginats per això desde el primers moments, acabaran, potser, essent la referència necessària per aquells que vulguin reconstruir un dia l´edifici que el possibilisme ha deixat en runes». En palabras de Bertolt Brecht recordadas por Fontana, «el que haya perdido, ha de luchar, porque los vencidos de hoy son los vencedores de mañana».

En aquel mediodía frío de 1995 a los posibilistas les atronaron los oídos. Algunos presentes. A escasos pasos de la estatua de un Lluís Vives, hierático, en actitud comprensiva y condescendiente.