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La ausencia de la reina y la presencia del crucifijo

Mariano Rajoy ha pronunciado, ante el rey Felipe VI, la preceptiva frase regulada en el Real Decreto 707/1979, de 5 de abril, por el que se establece la fórmula de juramento en cargos y funciones públicas, y que para el presidente del Gobierno es la siguiente: "Juro cumplir fielmente las obligaciones del cargo como presidente del Gobierno, con lealtad al rey, guardar y hacer guardar la Constitución como norma fundamental del Estado, así como mantener secreto de las deliberaciones del Consejo de Ministros".

Se cumplía de esta manera un protocolo obligatorio para tomar posesión del cargo y asumir de forma efectiva la presidencia del Poder Ejecutivo. Sin embargo, dos aspectos han suscitado diferentes comentarios entre la clase periodística sobre el acto celebrado a primera hora de la mañana de ayer en el Palacio de La Zarzuela. Uno la ausencia de la reina Letizia Ortiz, y otro el hecho de que en un estado aconfesional se siga jurando ante un crucifijo y la Biblia (editada en Valencia en 1791, propiedad de Carlos IV, abierta por el capítulo XXX del Libro de los Números, dedicado al voto y al juramento). Obviamente, estaba también un ejemplar facsímil de la Constitución editado por las Cortes Generales en 1980, abierto por el Título IV, del Gobierno y la Administración.

La ausencia de la reina no ha de interpretarse como algo excepcional, pues hay antecedentes de la ausencia de la reina Sofía de Grecia en este tipo de juramentos presidenciales, como ocurrió el 4 de julio de 1977 con Adolfo Suárez y el 2 de diciembre de 1982 con Felipe González. Pero a efectos populares, no debemos engañarnos, es muy probable que la mayoría mantenga en su retina la presencia de los reyes Juan Carlos y Sofía en la toma de posesión de Mariano Rajoy en 2011.

Desde que asumió la Jefatura del Estado el rey Felipe VI venimos destacando los cambios protocolarios que está introduciendo el Monarca (quien sigue queriendo fijar su propio estilo de reinado, más próximo y sencillo), y que responden a la asunción del estricto cumplimiento de su papel como Jefe del Estado y evitar cualquier posible factor que interferencia ese compromiso. El presidente, legalmente hablando, ha de jurar ante el rey, no ante los reyes (lo cual no quiere decir que la reina pueda asistir). Pero nos parece acertado, aún pese a los antecedentes de la presencia de la reina Sofía, que este acto sea presidido solo por el rey. Y esta ausencia de la reina se repetirá con los ministros el viernes.

Por otra parte, poco sentido tendría la presencia de la consorte del rey (como en las juras anteriores) en un acto sin consortes, al que concurren únicamente los presidentes de los poderes del Estado y del Tribunal Constitucional, sin sus respectivos esposas y esposo. Ni tan siquiera la mujer del Presidente del Gobierno estuvo presente en el evento. En cualquier caso, no debe especularse con razones de otra índole sobre la presencia o no de la reina, que responde a todas luces a ese nuevo estilo del rey en las formas en actos de Estado de este calibre. Tampoco quería anteponer otra razón más poderosa: la reina viajaba a primera hora de la mañana a París para participar, en representación de España, en el Congreso Mundial del Cáncer 2016, en el que 3.500 expertos están dando a conocer los últimos avances en investigación y las mejores prácticas en el control del cáncer. Y la reina allí estaba nada menos que junto al jefe del Estado francés, François Hollande, y de todos es conocido el compromiso de Letizia Ortiz en ámbitos de compromiso social, y más desde una plataforma mundial como ésta, en la que tomó la palabra en nombre de nuestro país.

Por otra parte, quienes somos partidarios de que esta jura no se haga con la presencia de símbolos religiosos, consideramos una pérdida de oportunidad que Rajoy no haya prescindido de los mismos, como hiciera Felipe VI en su proclamación. Pero como bien ha dejado claro el monarca, se respetará la decisión de quienes concurran a jurar o prometer su cargo de disponer o no de símbolos religiosos.

Sin embargo, hemos observado una interesante novedad que habla por sí misma de la exquisitez de los gestos desde la Casa Real. Por primera vez, el crucifijo no estaba en el centro de la mesa, sino a un lado, junto a la Biblia, quedando los símbolos religiosos a la izquierda, y la Constitución -sola- a la derecha (en protocolo este lado es el que tiene precedencia). Es un pequeño gesto, pero un importante paso. La cruz no preside por primera vez. Dado que el presidente, por su condición de católico practicante ha querido que estuvieran sobre la mesa dichos símbolos, la Casa de Su Majestad, ha separado claramente lo religioso de lo oficial: a un lado, en un mismo todo la Biblia y el crucifijo (por voluntad del protagonista y respetando la libertad de culto y la tradición) y al otro lo estrictamente oficial.

En cualquier caso, creo que el presidente habría dado un importante paso para esta España plural en relación a la convivencia religiones-Estado, prescindiendo de los símbolos católicos y haber jurado únicamente ante la Constitución, acreditando con ello que lo hace como presidente de todos los españoles con independencia de sus creencias religiosas. Nadie habría dudado de que la ausencia de los mismos significara renegar de su fe, pero se habría visto como un gesto de nuevo estilo haberlo hecho, máximo cuando el mismo jefe del Estado (el rey) sentó cátedra al respecto el día de su proclamación ante las Cortes Generales en junio de 2014.

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