"Yo vivo sola en la playa": cantaba Marisol en la España de los 70, y todos comenzaban a buscarla en Ibiza. En esa misma época, se hizo famoso Nelson Pinedo, un cantante colombiano que imitaba las zetas de los sevillanos y competía en Cuba con Los Chavales y Churumbeles de España.

Pinedo, quien acaba de morir, alcanzó nombradía mundial, y sus imitaciones de los andaluces eran tan buenas que enfermaron de nostalgia a un notario de ese origen, habitante de Oviedo, y lo empujaron a un intento felizmente fallido de suicidio.

Más tarde, Pinedo se convertiría en "el almirante del ritmo" con su afiliación a la "Sonora Matancera". De esa relación nacieron porros, cumbias y boleros que invadían los salones, los clubes, las radios y los burdeles en uno y otro lado del mundo español.

"Momposina"€ven a mi ranchito, pero si llega el otro jardinero no le permito ni que me la mire. La gente dice que soy "el muñeco de la ciudad" porque soy negro, negrito, con la bemba colorá€y "Los aretes que le faltan a la Luna" los tengo guardados para hacerte un collar. Y, por fin, "Lola", con tu indiferencia, a mi corazón lo vas a matar.

Hay un centenar de canciones como éstas, y entre ellas, sobresale "Las muchachas", una guía muy útil para conocer chicas latinoamericanas: Me dicen que la cubana tiene fuego en la cintura/

bailando nadie le gana cuando repica una rumba/cuentan que la colombiana tiene la boca chiquita/y dicen que la peruana tiene la cara bonita€

Tienen razón quienes las califican melosas, cursis, huachafosas, extravagantes y dulcetes. Puede decirse todo eso y además que fueron un padecimiento colectivo y que enfermaron de ritmo a la gente, y eso también es cierto. Pero hay algo más: inventaron una forma de ser hispanoamericano. Nos hicieron sentir hijos de una nación muy extensa sin otro mapa que los límites del habla.

"Me voy pa´ La Habana" es mi preferida. Y voy a decirles por qué. Una tarde andaba en busca de un tema para escribir algo. En el taxi en que iba, un chofer bullanguero puso a todo volumen ese ritmo, y Nelson Pinedo comenzó a contarme que: "Me voy pa´ La Habana y no vuelvo más€El amor de Carmela me va a matar€"

El verso referente a Carmela me tocó. Pensé que podía hacer algo sobre una mujer de ese nombre que se va de inmigrante, pero en vez de artículo periodístico se transformó en cuento€y, al día siguiente, ya estaba en camino a ser una novela.

Resumo el argumento: La muy bella, aunque otoñal, Carmela vive obsesionada por chatear. En la pantalla de la computadora conocerá a un norteamericano maduro llamado Chuck Williams que está solo en el mundo y se parece a Robert Duvall. Se trata de un amor a primera vista con algunas pequeñas dificultades (ella está casada), pero todas serán superadas y, por fin, la protagonista llegará a San Francisco donde la esperan el amor y el "sueño americano".

Y después, ¿qué es lo que viene después? ¿Quién es de veras Chuck Williams? ¿Y por qué su barba tiene reflejos azules? ¿Es un gringo romántico o un asesino en serie que mata a latinas aficionadas al chat?

Escribí 700 páginas, las reduje a 200, y por fin terminaron en 330. Para esos días, mi agente literaria había enfermado de melancolía y abandonado el trabajo. Por mi parte, decidí que no podía dejar en la inedición "El amor de Carmela me va a matar", de manera que la publiqué en Internet y seguí adelante a escribir otra.

Amazon vendió como loco decenas de miles de ejemplares mientras yo terminaba "Vallejo en los infiernos". Y entonces pensé que "El Almirante del ritmo" como llamaban al cantante del bigotito horizontal ayudaba a las parejas a bailar en espacios de un metro cuadrado, pero también podía susurrar historias, y esa es la razón por la que hoy le rindo homenaje al Almirante Nelson Pinedo quien debe de estar ahora invadiendo el cielo con sus boleros morunos.