Con la investidura de Mariano Rajoy como presidente del Gobierno de la nación gracias a la abstención del PSOE, se abre un nuevo tiempo en la política española. Por primera vez, Rajoy va a necesitar a otras fuerzas políticas para aprobar los Presupuestos Generales del Estado y cualquier otra clase de iniciativa legislativa. A salvo de este control queda el Senado, en manos del Partido Popular, cuya importancia es poco conocida pero que apuntala el poder de los populares.

De las posibles decisiones que podía haber tomado el PSOE, pensar que la abstención sea la menos mala, tal como asegura la gestora, genera grandes dudas. Si bien es cierto que en el caso de haberse celebrado unas terceras elecciones se hubiese producido una más que probable bajada en el número de votos obtenidos, la desafección que ha generado la abstención entre militantes y simpatizantes tiene visos a largo plazo de haber sepultado las opciones de gobernar de los socialistas. Se ha comparado la destitución de Pedro Sánchez como secretario general, tras indicación de Susana Díaz a los barones, con la pugna que mantuvieron en abril de 1998 Joaquín Almunia y Josep Borrell, que terminó con la victoria del primero tras la dimisión como candidato a la presidencia de Borrell, harto del poco apoyo recibido de la dirección socialista y las maniobras de algún periódico. A pesar de la coalición que se formó entre el PSOE y la Izquierda Unida de Francisco Frutos para presentarse a las elecciones del año 2000, el Partido Popular consiguió la mayoría absoluta. El PSOE se hundió no sólo porque a los votantes de IU no les gustó el pacto, sino también porque decenas de miles de militantes socialistas se abstuvieron porque el candidato que habían elegido era Josep Borrell y no a Almunia, que finalmente se presentó.

En la Comunitat Valenciana, el apoyo de Ximo Puig a Susana Díaz ha partido en dos al partido socialista. No parece que la sangre vaya a llegar al río pero se ha vuelto a evidenciar las diferentes corrientes que existen en la sede de Blanquería. La dimisión en diferido y futurible de Manuel Mata y las manifestaciones espontáneas de militantes socialistas en la puerta de la sede socialista demuestran el profundo malestar que han creado las formas de desprenderse de Pedro Sánchez.

Difícil lo tiene Susana Díaz si pretende auparse algún día a la Secretaría General del PSOE. Con las federaciones del norte de España en su contra, sus posibilidades han quedado reducidas de manera drástica. El silencio en el que se ha sumido tras meses haciendo declaraciones día sí día también para horadar poco a poco el liderazgo de Pedro Sánchez demuestra cuáles fueron sus intenciones.

Que Mariano Rajoy haya sido elegido presidente del Gobierno sin haber hecho ningún esfuerzo de negociación y con numerosos miembros de su partido inmersos en causas judiciales por juzgados de media España, es síntoma de la profunda división en que se encuentra la izquierda española, incapaz de llegar a un acuerdo de mínimos para evitar que el presidente que apoyó a Luis Bárcenas siga siéndolo.