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Problema valenciano: Para Rajoy no hay caso

La clave en el ámbito de la fotografía es el punto de vista. La materia más delicada también en el periodismo es la gestión del enfoque, la posición desde la que se dispara hacia el objetivo y la toma. El pasado domingo, con Mariano Rajoy recién investido, este periódico le dedicó la portada al «hombre más humillado», al Calimero de la reciente historia política de este país: Pedro Sánchez. Cualquier profano hubiera tachado la decisión editorial de desliz, desenfoque o anomalía por presentar algo distinto al resto. El tiempo, sin embargo, les dio rápidamente la razón. Iba a ser el protagonista de la semana. Cuestión de enfoque, de punto de vista.

Espectáculo. Levante-EMV usó el ángulo inverso -como en el fútbol- para encontrar el verdadero protagonista del momento. No había «cobra». Es primordial pues enfocar bien, eliminar ruido, buscar la esencia. En un escenario político en el que la gente compra el producto por el envoltorio -como el 40% de los consumidores cuando encaramos el lineal- es sencillo perderse en la pirotecnia. En la vida pública y el parlamento televisado el exabrupto es un valor. Es el tiempo de los Nadal -nuestro Rufián en les Corts-, los chicos de Bildu o el pisito de Espinar, no el de López Vázquez. El parlamento valenciano, pongamos por caso, es más un tribunal de excepción que un foro de soluciones. Se juzga el pasado del PP, que busca una ley de punto final, quizás animado por un perdón en ciernes que observan en el resultado electoral de las generales y en las encuestas. Peligro, piensan que están ya en el purgatorio, que han subido a planta. Podrían sucumbir en el atajo de la falta de arrepentimiento.

Socialistas. Vamos a la esencia pues. El PP valenciano se mantiene en sus mínimos: bajo sospecha, sin miembros en el nuevo gobierno -ni veraneantes en Xàbia- pero eso no es nuevo. Lo del PSPV es peor. Aparece como un zombie en este halloween doméstico. Se encuentra cautivo del circo local y el aquelarre de la fisión de la izquierda alimentada por Évole -el enterrador de Sánchez-, que puede desembocar con un socialismo desapareciendo por el sumidero de la lucha partidaria. Y El País lo sabe. Hay un llamamiento a una izquierda moderada con ambición de gobierno y que no suponga un peligro para la estabilidad institucional y la seguridad jurídica, entre otros pilares de la democracia. En ese contexto, ante la hipotética desaparición del adversario natural ¿Es la travesura parlamentaria del PP una buena opción?

Problema valenciano. Ximo Puig ha conectado esta semana con Rajoy para desearle ánimo y emplazarle a una reunión sobre «el problema valenciano». Nos tememos que el problema valenciano, el problema en mayúsculas, lo tiene el PSOE. En la calidad de la respuesta al requerimiento del Molt Honorable podremos medir cuan de madura es la posición popular y la confianza en las propias fuerzas. Mariano ha dado ya alguna pista. De cómo apesadumbra a Rajoy la amenaza reivindicativa del Consell tenemos buena muestra en que ni siquiera echó mano de los nombramientos en el nuevo gobierno para hacer política y tapar bocas. Lo más cercano a un ministro valenciano es Rafael Catalá, que planta la sombrilla en Les Marines. «El problema valenciano» se la trae al pairo.

La desgracia ajena. Puede que al PP le conviniera un PSOE débil en una primera instancia y que alentado por el sistema de equilibrios mediáticos haya engordado el radicalismo de las izquierdas ibéricas, a cual más entusiasta. Sin embargo parece una frivolidad regodearse en la desgracia ajena, montar algaradas parlamentarias, hurgar en la llaga de la herida socialista. Isabel Bonig, como líder del PPCV, debería medir si realmente es esa estrategia de derribo al «walking dead» la que puede acelerar -más­- su carrera. ¿Debe actuar la lideresa como carismática alumna repetidora entre sus compañeros de bancada o surfear la ola de las circunstancias con más elegancia y, quizás, tendiendo puentes?

Salven al PSOE. Podría decirse que la sociedad necesita un PSOE. Sin embargo los partidos son instrumentos, no existen resortes ni garantías que garanticen su pervivencia. Léase UCD, UV y más recientemente UPyD. La historia del PSPV presenta una proporcionalidad entre su capacidad de autodestrucción y su afición a la resistencia. En el PSOE conviven dos visiones profundamente encontradas, como demostró Page esta semana desaconsejando aventuras filonacionalistas en la formación ¿Como la de Puig? Sin embargo, la integración dialéctica entre susanistas y pedristas podría muy bien venir de Patxi López, el tercero en discordia. El dilema de PSPV es hacia dónde crecer. Con qué carta quedarse. La última encuesta de Levante-EMV parecía clara. Recuperaba votos a su izquierda, quizás por un discurso templado y más institucional. Pero eso fue antes del golpe de Ferraz y la izquierda no perdona estas cosas.

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