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Las fallas y Etiopía

Con el máximo respeto que nos merecen las Fallas (?) observamos que no hay la menor relación entre Valencia y Etiopía. No hay ningún plato que se asemeje a la paella que elaboran los falleros en las calles de Valencia.

No ganamos para sustos. Será en Etiopía donde se decida si las Fallas son Patrimonio Inmaterial de la Humanidad. Más exactamente en su capital, Adís Abeba, donde reinó el emperador Haile Selasie. Recuerdo muy bien que Selasie visitó Valencia a finales de los años setenta del siglo XX y que comió paella de pollo y conejo, guisada por Rafael Vidal padre (q.e.p.d), con restaurante en Benissanó. Si Selasie viviera, seguro que las fallas serían entronizadas Patrimonio Inmaterial de la Humanidad, por aquella paella valenciana, desconocida en Etiopía, y que tan imborrable gusto de boca dejó en Haile.

Con el máximo respeto que nos merecen las Fallas (?) observamos que no hay la menor relación entre Valencia y Etiopía. La altitud media de Etiopía sobre el nivel del mar es de 2.355 metros, y la de Valencia 14 metros. El idioma oficial de las fallas es el valenciano apitxat y en Etiopía se habla el amhárico.

En cuanto a su cocina, no hay ningún plato que se asemeje a la paella que elaboran los falleros en las calles de Valencia, estropeando el asfalto. Su receta tribal (hay, al menos, once grupos étnicos) se llama injera, cuyo similitud con los gazpachos manchegos es visible. Tal vez por este hecho, Castilla-La Mancha debería optar al Patrimonio Material de la Humanidad, porque tanto sus gazpachos como el injera se comen casi igual que en El Pincelín (Almansa) o en Casa Paqui (Castalla). Ambos gazpachos son, además, de origen pastoril y Etiopía ha sido tierra de pastores

Ignoramos cuántos etíopes, aparte de Haile Selasie, han visitado las fiestas josefinas o las han visto en el canal de televisión Etiopia News of The World. La cabra montés (Capra Walie) está en serio peligro de extinción, lo cual le comunicamos, por si fuera de su incumbencia emprender una campaña humanitaria en su favor, a doña Gloria Tello, concejal de Bienestar Animal del Ayuntamiento de Valencia y por extensión, de la Capra Walie.

Estas disquisiciones no serían posibles sin la densa información dada en este diario y firmada por Moisés Domínguez, fallero de nacimiento, fallero genético engrandecido por su práctica informativa. Gracias, Moisés.

Puede que algún lector se interrogue acerca de cómo serán capaces „su responsabilidad es mayúscula„ de declarar, o no, a la Fallas Patrimonio Inmaterial de la Humanidad (¿inmaterial significa que no existen o que son virtuales?), si en Adís Abeba jamás han asistido a su plantà, ni entrado en el casal de la falla Sueca-Literato Azorín, ni soportado los insoportables escándalos de las verbenas hasta las 4 de la madrugada.

Muy fácil. Un comité de expertos, henchidos de valencianía, caso del docto profesor universitario en tirar masclets, don Gil Manuel Hernández, quien es el cerebro de nada menos que la Associació d'Estudis Fallers (¿qué hay que estudiar de las fallas?: nada, desde mi punto de vista), compuesta por otros cualificados valencianos de bien, los señores Guarro, Marín, Tormo, Mozas, etcétera, ha elaborado un informe, rodeado de cacaus i tramussos, en un aula de la facultad de Filología o en un casal faller, el lugar permanece en el más oscuro secreto, a fin de que las filtraciones no influyan ni sobre la Unesco ni sobre Etiopía, donde más del 30 % profesa la religión musulmana y sus imanes ya han emitido bandos desde sus mezquitas llamando al boicot y oposición a nuestras entrañables Fallas al considerarlas impías por la desmesurada inclinación a las bebidas alcohólicas, la sensualidad que, a todas luces mediterráneas, desprende el uniforme de fallera „salvo en el caso de Mónica Oltra, que está más guapa de particular y con sus gafas de Nana Moskouri: un anuncio de óptica„ o ya en el colmo, la ingesta de jamón serrano de Villar del Campo.

No, no va a ser fácil que la Unesco nos otorgue tal distinción. Aviso a navegantes: la rumba cubana ha sido aceptada como Patrimonio Inmaterial de la Humanidad, en perjuicio del merengue. «Mami, ¿qué será lo que tiene el negro?».

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