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Los norteamericanos vuelven a vivir de prestado

Como antes de que estallara la crisis, millones de norteamericanos vuelven a vivir de prestado, lo que hace que algún comentarista hable en plano irónico de «los Estados Endeudados de América». Bajo la presidencia de Barack Obama se crearon, es cierto, catorce millones de puestos de trabajo - aunque otra cosa es su calidad-, lo que hizo bajar el desempleo de un 10 a un 5 %.

En el tercer trimestre del año en curso, el país registró un crecimiento económico del 2,5 %, el mayor en todo un año. Aumentaron también, según las estadísticas, las compras de automóviles: más de 17 millones en 2015, también un récord. Y ya se sabe que ese sector es uno de los motores de la economía del país.

Pero también con su primer presidente negro, el país ha vuelto a lo que mejor sabe hacer: consumir endeudándose. El endeudamiento total de las familias estadounidenses supera ya los 12,2 billones de dólares. De ellos, más de 1,2 billones corresponden a créditos para poder estudiar y unos 1,1 billones, a la compra de vehículos. El endeudamiento con tarjetas de crédito suponen 729.000 millones de dólares, lo que equivale a 15.000 dólares por unidad familiar.

Sólo durante algunos años tras el estallido de la última crisis parecieron los norteamericanos cambiar de comportamiento y empezar a ahorrar. En 2012, por ejemplo, la llamada tasa de ahorro, es decir la proporción de lo ahorrado frente al producto interior bruto, era de un 7,6 por ciento. Pero esa tasa, tan determinante para el crecimiento de un país porque garantiza que hay recursos para invertir, ha caído a un 5,2 %, la mitad que, por ejemplo, en Alemania.

En el momento álgido de la crisis económica, en el año 2008, el endeudamiento de las familias llegó incluso a superar el 100 por ciento del PIB aunque hoy representa aproximadamente el 68 por ciento.

Según un estudio del Pew Charitable Trust, citado por la revista Die Zeit, las deudas de las familias más pobres han crecido, sin embargo, de modo desproporcionado. Si en 2007 representaban sólo una quinta parte de los ingresos familiares, en 2013 llegaban ya a un 50 por ciento.

Al mismo tiempo ocurre que mientras que el consumo es cada vez más importante para dinamizar la economía norteamericana, los ingresos de los trabajadores no han dejado de bajar.

Y ello se debe por un lado a la fuerte competencia exterior, que han hecho que muchas empresas externalizasen su producción a otros países, pero también a la creciente automatización.

Por otra parte, las familias se ven obligadas a endeudarse cada vez más para cubrir todo tipo de gastos: desde la educación de sus hijos hasta la sanidad.

Y lo más preocupante, como señala Die Zeit, es que, al igual que antes de la crisis, buena parte de esa deuda acumulada se vende a europeos y japoneses tentados a invertir en EE UU porque los intereses son allí más altos. ¿No nos recuerda el estallido de la burbuja inmobiliaria y lo sucedido con las hipotecas basura?

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