Tenemos a Cristóbal Montoro otra vez en Hacienda. A eso se le llama tenernos cariño. Se queda, nos han contado, para volver a negociar con el Consell la infrafinanciación de la Comunitat. Ésa que venimos sufriendo los valencianos desde hace décadas y no sabemos a cuento de qué. Pero que nadie arregla. Y, oye, da igual que durante cuatro años esté un alicantino de paseo por medio mundo en Exteriores. Nada. Ni que traguemos carros y carretas por el bien de la gobernabilidad. Tampoco. Ni que anteriormente, tuviéramos un despliegue valenciano en Moncloa. Tal como entran, salen como si anduvieran en zapatillas de andar por casa y como no queriendo la cosa aquí todo se queda igual. O peor, que nunca se sabe.

El caso, y vamos al asunto, es que con el anuncio de Montoro, aquí los ojos se han quedado como platos. Y no se sabía si reír, llorar o ponernos a pensar a ver en qué parte nos habíamos perdido todos algo. Montoro es de los que levantan el dedo índice cuando van a hablar. Y asustan. Ese cuerpecillo de guindilla, ese retintín de que ya nos había dicho que el ajuste es lo que toca. Esa aura de superioridad de maestro de escuela cuando no has hecho los deberes, pasa revista y no te deja salir al patio. Un seco, vaya. Pero es lo que hay.

Por ver la parte buena, ya nos conoce. Nuestras esquilmadas cuentas, las penurias de los pagos y la injusticia de que se nos financia mal. Nuestra queja es justa y estamos para poca broma. Pagamos al Estado como todos, bueno, algo habría que discutir con la madrileña Cristina Cifuentes que anda algo confundida con su sistema de impuestos, y no se nos devuelve como corresponde. Algo habrá que revisar. Aquí lo tenemos todos claro. Con ministro valenciano o sin él. Al fin y al cabo, ¿de qué nos sirve allí un representante de la terreta?

Montoro es nuestro hombre. Ha sido nombrarle a él y encenderse la luz en su rostro para apagarse la del resto de ministerios. (¡Qué cosas tiene a veces la vida!). Palabra que me ha pasado. ¿Qué sería de este gobierno sin él? Es como el sol. Habrá, en otra etapa quien le recuerde como el azote del Consell de Alberto Fabra, de los recortes, de la austeridad y de la asfixia de la Comunitat. Incluso de la fórmula extravagante de tener que inventar un nuevo modo de hacer presupuestos autonómicos, al contar dinero inexistente del FLA con tal de cuadrarlos. Ahí los días salían nublados. Pero, a partir de ahora, todo puede cambiar. Y ser Montoro el de la mejora de la financiación. Con un cielo despejado. ¿Verdad que todo sería distinto? Como si fuera un cántabro quien trajera el corredor mediterráneo a la Comunitat Valenciana, por fin. Qué feliz paradoja. Habrá que encontrarle el aquel al titular de que hay un gobierno sin valencianos en Madrid, que contaba este diario con tristeza. Total, para lo que han hecho. Lo mismo es eso y no nos lo creíamos.