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Encuentro de troskos

Todos los excombatientes se parecen: los veteranos de Stalingrado y los de la promoción de Agrónomos del 72. Se cuentan batallitas y se vuelven a ver los dañados y los preservados, los que tuvieron mucha suerte y los que no. Y se cuentan batallitas. Que es lo que pasó en nuestro III Encuentro de Troskos en Octubre-CCC. Temía esta cita no porque me fueran a leer, entero, el Programa de Transición, sino porque la nostalgia es un error y la puerta preferida de la melancolía. Se lo dice un melancólico (vigilante). Al llegar, se presenta el camarada que trató de convencerme de que continuara en la LCR: «No podías conseguirlo. No tenía ningún desacuerdo. Sólo un gran cansancio».

Así pues me encuentro a Manolo, a Ramón y a Félix. A Amparo, a Alfredo y a Elo. A Judit. Fueron aventados por el tiempo y hoy son jubilados (una buena parte), profesores, bomberos, neorrurales, sindicalistas, cargos del PSOE y gente de Podemos. Uno hasta es notario en Reus, que es el verdadero centro del Universo (y del vermut). Jaume Roures no pudo venir. La primera troskista que conocí, en Madrid, era redondita y jugosa, con cara de panadera castellana: me puse a escribirle versos. Mi preceptor era un tipo listo y ceceante. Tocaba la guitarra y se llamaba, como no, Alejandro. Cuando regresé a Valencia, decían que aquí éramos unos cien, pero yo lo consideré una leyenda urbana. Y resulta que no, que hasta doscientos pasaron „algunos un rato„ por esta academia de agitaciones que se escindía y reunificaba.

La sopa de siglas que fue la izquierda radical un minuto antes de la muerte de Franco constató con su dispersión el bloqueo de la vía insurreccional. Mejor así. Otro ataque de melancolía que algún día contaré, aunque no en la columna. Teníamos mucha gente en la cárcel, por méritos, a jornada completa. Estábamos con los compañeros del vidrio y con los del metal, el caso era estar. Seminales y germinativos: nuestro mayor mérito. Ninguna idea es mayor que el hombre que la contiene. De las temibles ideologías del XX, solo queda la hybris del neoliberalismo. Y caerá.

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