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El sueño americano, una pesadilla

¿Quién nos lo iba a decir, que el sueño americano de que cualquiera, independientemente de su raza y condición social, podía ver realizadas sus máximas aspiraciones, incluida la de ocupar la Casa Blanca, se iba a convertir en la pesadilla de tener como presidente a Donald Trump? Sorpresas nos da la vida. Hace pocos días, un excelente periodista, John Carlin, escribía en El País, comentando una columna de opinión en la que se presentaba al candidato Trump como un nuevo Berlusconi, que éste, comparado con Trump, posee la solemnidad de Charles de Gaulle, la inteligencia de Winston Churchill, la sagacidad de Nelson Mandela y el tacto de la reina de Inglaterra. Pues bien, este fenómeno ha ganado las elecciones y va a ser el próximo presidente de EE.UU. Y lo ha hecho contra todas las previsiones, contra Hillary Rodham Clinton, una de las más experimentadas candidatas de la política americana, más de treinta años de vida pública, representativa como nadie del establishment; contra un Obama que le había descrito como un hombre incapacitado para el cargo; contra el aparato partidario republicano y contra la mayoría de notables de este partido, desde John McCain hasta la saga de los Bush, que habían manifestado su decisión de no votarle. Y, por supuesto, en contra del mundo de la cultura y el entretenimiento. Al haber votado a favor de uno de los candidatos alternativos, sin ninguna posibilidad de ser elegido, Susan Sarandon quizá se estará arrepintiendo de no votar con la vagina y haberlo proclamado urbi et orbe. Tanto apoyo del espectáculo de la música, Lady Gaga, Beyoncé, Madonna, Bruce Springsteen, Bon Jovi, Taylor Swift,€, del cine, George Clooney, Leonardo DiCaprio, Robert de Niro, Tom Hanks, Meryl Streep, Gwyneth Paltrow, €, no ha servido para derrotar a un demagogo populista misógino, xenófobo y nacionalista a ultranza como Trump, un multimillonario que desde hace veinte años no paga impuestos. Que de ese mundillo sólo ha disfrutado del apoyo de Bruce Willis y de nuestro admirado Clint Eastwood que, a pesar de expresar su desacuerdo con "algunas" de las barbaridades de Trump, dijo que lo haría bien en comparación con la generación de "nenazas" adictas a lo políticamente correcto.

Parece que las pesadillas pueden convertirse en realidad. ¿Qué está pasando en el mundo? ¿Qué está pasando en Europa y EE.UU? La elección de Trump es una primera respuesta a las consecuencias de la globalización, que ha supuesto en EE.UU. la decadencia de la clase media y la degradación de las condiciones de vida de los trabajadores. En EE.UU. el paro está por debajo del 5% a consecuencia de la creación durante el mandato de Obama de más de 11 millones de puestos de trabajo. Pero, como en España, los salarios han descendido por la competencia internacional y la inmigración. Frente a un clásico de la izquierda, que la degradación de las condiciones de vida es un incentivo para el voto a la izquierda, se escenifica la realidad de que el temor al futuro decanta el posicionamiento hacia la derecha. Es en épocas de crecimiento y de riqueza, de optimismo respecto al futuro cuando el progresismo político se hace con el poder. La respuesta de Trump que ha sido apoyada en EE.UU. es proteccionismo contra la globalización, control de la inmigración para defender los salarios y empleo de los trabajadores de la mayoría blanca (víctimas de la desindustrialización) y de los inmigrantes legales, y rebajas fiscales para individuos y empresas. Estas últimas pasarán a cotizar del 35% del beneficio al 15%. Es imposible disociar estas medidas de un aumento de la desigualdad y una disminución del gasto social. El cambio es radical. De impulsar la globalización, el intercambio económico, y el internacionalismo, EE.UU se repliega en una de sus pulsiones históricas: el aislacionismo. Pero en el inmediato futuro se producirán las respuestas de los ciudadanos de Francia y Alemania a estas mismas cuestiones. Y en estos países están velando armas el Frente Nacional de Marine le Pen y la Alternativa para Alemania (AFD), además de fuerzas de extrema derecha en los países escandinavos, Holanda y el propio gobierno de Hungría, con Víctor Urban a la cabeza.

Puede que sea una buena noticia para la Rusia de Putin el repliegue de EE.UU. Para Europa, ya debilitada por el Brexit, es una noticia desalentadora. En el escenario económico, Trump alienta la inestabilidad económica y la incertidumbre política. Y es paradójico que algunas de las consecuencias de la victoria de Trump sean precisamente las deseadas por la extrema izquierda y el populismo de Podemos. Si en el escenario mundial la lucha contra el cambio climático es despreciada por Trump porque la considera un corsé impuesto a los EE.UU. que deteriora sus capacidades competitivas (una pésima noticia para el mundo), en este mismo escenario, Europa queda muy debilitada. Trump ya hizo saber su profundo desacuerdo con la financiación de la OTAN, desequilibrada en su criterio por la mayor carga sobre los EE.UU. O bien la defensa europea se debilita, o bien los recursos destinados a salvaguardar el estado de bienestar y superar la crisis van a ser destinados a defensa y a protección frente al terrorismo. Si a esto le añadimos su posición contraria al Tratado Libre de Comercio entre EE.UU. y Europa (TIIP) que está diseñado para fomentar el intercambio comercial entre ambos lados del Atlántico y el relanzamiento del crecimiento económico y del empleo, habrá que convenir que tiempos aún más difíciles son los que acechan a los ya debilitados estados europeos. Ésta es la paradoja principal, la coincidencia entre el populismo conservador y nacionalista de EE.UU, el populismo también de derechas de Alemania, Francia, Escandinavia, Hungría, con el populismo de extrema izquierda de Podemos, que se ha desgañitado en sus soflamas contra el TIIP , supuesta amenaza de las empresas contra las condiciones laborales de los trabajadores. Pablo Iglesias ha incurrido otra vez en la tontería más evidente al responsabilizar (ceño fruncido) a los poderes financieros americanos de la victoria de Trump (si la realidad desmiente tu teoría simplona, niega la realidad). Es de sobras conocido que Wall Street y el establishment , además de lo más tradicional de la dirigencia republicana, han estado con Clinton.

La promesa de Trump de poner aranceles a las importaciones de China, junto al proteccionismo comercial con el resto del mundo, supone un freno a la globalización económica cuya justificación descansaba en el progreso mundial, pero cuyas consecuencias han devastado a Occidente económica y políticamente, hundiendo a la socialdemocracia. Por lo que cabe esperar un aumento de la derecha populista, un descenso en el comercio mundial, un parón en el crecimiento económico de los países en desarrollo y el estancamiento de la pobreza en el mundo. Queda la incertidumbre del papel político y militar que va a jugar EE.UU en un mundo árabe y musulmán en convulsión. El sueño americano se ha convertido en una pesadilla. Para EE.UU. y para el mundo.

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