Levante-EMV

Levante-EMV

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Carta a un vivo

Querido tío Leonard, me dicen que te has muerto y la verdad es que no me lo creo. Tiendo a pensar como Valle Inclán que, cuando le dijeron que había fallecido «el insigne novelista valenciano, don Vicente Blasco Ibáñez», dijo: «¡Bah, pura publicidad!». Seguro que es una treta para promocionar tu último disco, evitar que te aticen el Nobel o ablandar el corazón de una penúltima conquista que no acaba de cuajar. Echar un polvo o dejarles unas monedas a los herederos: la cadena de la vida, los enredos de carne y espíritu, los dulces prisioneros de las formas de la belleza.

A ver cuándo vuelves por Valencia porque teníamos pendiente un concierto y me presenté con un sombrero como el tuyo, a modo de insignia de nuestra horda tranquila, un concierto que pintaba bien, los músicos en su sitio. Hasta creo que tenías a uno maño para tocar la vihuela o una cosa medieval, y tuviste un vahído, que es cosa de señoritas, no fastidies, te creía más duro. ¿Cómo se las apaña un judío canadiense para tropezar con un tañedor de laúdes de los tiempos de doña Leonor de Aquitania? Ahora seguro que te has ido otra vez a ese monasterio donde te llaman Risco solitario. No tan solitario, que bien que fumabas a escondidas y brindabas con los músicos a la salud del señor Johnny Walker, que un día metiste un mariachi entero en el estudio de grabación y hasta al propio Phil Spector, no sé que es más peligroso.

Sé que te hacías el encontradizo, pues también tenías violinistas armenios y un tipo de Sueca como yo pudo verte en Madrid en el 73, escuchar como dedicabas El partisano «a la memoria de Víctor Jara» y salir luego todos a la calle, el ánimo levantisco, a cruzar coches y tirarle piedras a la pasma de Franco. Siempre tienes, tío, tiet, unos cristales de nieve en las cejas, lo sé desde que te vi en aquella película llena de ventiscas y noches en la que cantabas, tan bien, Travelling Lady y Sisters of Mercy. Los vividores, se llamaba, no del todo injustamente, pues tu muermo es, te he pillado, de los que astutamente se ofrecen al corazón de las chicas sensibles. «Om tat sat. Om, shanti, shanti, shanti». Tu sobrino.

Compartir el artículo

stats