A pesar del extenso caudal de opiniones vertidas en los medios de comunicacióon que han señalado su sorpresa ante la «inverosímil» victoria de Donald Trump, en esta ocasión no deberíamos mostrarnos asombrados por este resultado.

A pesar de que, esta vez también, un gran número de medios de comunicación están poniendo en entredicho a las empresas de realización de encuestas, lo cierto es que el estrecho margen que vaticinaban los sondeos de intención de voto entre los candidatos a la presidencia norteamericana, no permitía garantizar el nombre del ganador. Menos aún cuando la distancia entre ambos candidatos iba disminuyendo a medida que se acercaba el segundo martes del noviembre electoral.

Las elecciones han ofrecido finalmente una holgada victoria en el número de delegados republicanos, propiciado por un sistema de reparto que entrega la totalidad de los representantes de un estado al partido ganador, aunque sea por un solo voto («The Winner Takes It All», que ya cantaba hace tiempo el más afamado grupo musical sueco). Sin embargo, el número de votos recibidos por la candidata demócrata Hillary Clinton ha superado a los obtenidos por el ya presidente electo de Estados Unidos; un hecho que permitiría afirmar que los sondeos han acertado en la intención de voto popular, pero esto nadie lo está diciendo.

La frustración que, sobre el resultado electoral estadounidense, destila un buen número de las opiniones recogidas en los medios, necesita culpables y, últimamente, encuestas y encuestadores son un blanco fácil en los medios, que no se prodigan con la misma intensidad por alabar el buen trabajo demoscópico cuando las predicciones son acertadas, como ocurrió en nuestro país en las pasadas elecciones gallegas y vascas.

El error en esta ocasión se ha cometido desde los medios, incluidos colaboradores, tertulianos y analistas que han buscado un dictamen, más bien una apuesta, que ofrecer a sus audiencias «ganará Hillary». Más, si cabe, cuando este pronóstico coincidía con el mayoritario deseo de opinantes y audiencias, ante la mayor impopularidad de Donald Trump en países como el nuestro sin derecho a voto en estas elecciones.

No pasaría nada si, tras un sondeo de intención de voto, la alusión al empate técnico tuviera mayor protagonismo en editoriales, artículos, comentarios y tertulias. Porque si este es el resultado científico de la encuesta, considerando los intervalos que ofrecen los márgenes de error estadístico, es lo que debemos decir.

La inercia de opinión pública que crean los veredictos relatados en los medios, a través de sus titulares, provocan un proceso de realimentación con las redes sociales, del que difícilmente se pueden abstraer los ciudadanos cuando son requeridos para responder con su opinión libre y sincera a una encuesta. Esta espiral de silencio o voto oculto, es causante principal que los resultados de las encuestas electorales estén más cercanos a la opinión políticamente correcta que al comportamiento real que previsiblemente tendrán los ciudadanos ante las urnas.

No se puede afirmar como he escuchado que «Trump ha ganado contra todo pronóstico». No es así. Con el estrecho margen en los sondeos, es como señalar como sorpresa una victoria del Barça sobre el Madrid, y no lo es. Se han publicado encuestas que daban ganador a Trump, fundamentalmente las de Los Ángeles Times. También el historiador Allan Lichtman, infalible en sus vaticinios electorales predijo su victoria; así como el cineasta Michael Moore. Aunque el mayor acierto, este sí es sorprendente, es el de los guionistas de Los Simpson hace ya 16 años, situando al magnate Trump como presidente de Estados Unidos en uno de los capítulos de esta exitosa serie. Veremos si acaba siendo el pésimo gobernante que también advirtieron.