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Entre coñas marineras

El Gobierno de Rajoy despierta tanto interés que todo quisque anda pendiente... del que forme Trump. El rey tenía previsto coger el petate tras la de meses que sumaje se ha llevado enclaustrado. La invitación del monarca saudí, frustrada a última hora, hubo de ser cancelada ya en febrero por nuestras coñas marineras y Riad, que algo pinta en el concierto, no lleva bien las desatenciones porque en eso sí es muy susceptible. Se pilló un buen rebote con el acuerdo antinuclear de su tradicional enemigo iraní brindado por los estadounidenses y, aunque Obama se presentó pitando, el régimen le envió una delegación de cuarta categoría a hacerle los honores. Seguro que el monarca Salman se entenderá a pedir de boca con Donald. No habría que descartar que se intercambiaran por un tiempo en plan casino las administraciones. Todo le encajaría a ambos, si exceptuamos quizá el ghutra a la hora de tener que encasquetárselo el presidente electo en la cabeza.

¿Lo ven? Arranqué con la intención de hablar de la nueva(?) etapa rajoniana y me he perdido por Oriente Medio. No cabe duda de que, en la pretensión de permanecer en el machito pasando todo lo inadvertido posible, el mandamás refrendado por la abstención está tocado por una varita. Mientras Margallo se quedó en el camino por prestarse al juego de poder hacerse con el testigo monclovita en caso de persistir el tapón, buena parte de los humoristas han arrancado los espacios diciéndole a sus fieles que, tras la irrupción del magnate de la Quinta Avenida, el nuestro les parecerá incluso tolerable. Pensando en cincelar al cabeza de cartel de cara a las venideras, o sea a sí mismo, el prócer gallego ha metido a Cospedal en la mesa de deliberaciones para deleite de la vice, a la que le ha quitado el manjar de la portavocía y le ha regalado Cataluña por si se lo tenía creído. Está encantado con que al que enarbola Iceta -Sánchez, Hillary- caiga fulminado y le encantaría que fuera futbolero y vitoreara a Messi. Ya. Pero todo no se puede tener, Mariano.

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