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Camilo José Cela Conde

El verdadero Trump

Qué divertido era meterse con el patoso Donald durante la campaña electoral estadounidense, reírnos de sus torpezas, acusarle de zafio, de misógino, de racista; total, no iba a salir elegido, todos los analistas, todas las encuestas, incluso las declaraciones de miembros significados de su partido, el Republicano, en su contra nos tranquilizaban con el rechazo unánime al gran rufián. Recordemos, por poner un solo ejemplo, lo que se dijo en estas mismas cuartillas o, por no proceder a la miseria de las autocitas, recuperemos el artículo de John Carlin, colaborador ilustre del diario español de mayor tirada y lectura que existe, en el que imaginaba lo inimaginable: cómo sería una conversación entre Trump y el presidente ruso, Putin, el día antes de la imposible toma de posesión del primero. Hillary Clinton está ya en la cárcel, la OTAN se ha disuelto y Putin se ofrece como asesor de política internacional por un rublo al año. Qué divertido todo, ¿verdad? Divertido e inocente, porque era obvio que nada de eso podía suceder, que si las encuestas daban un empate técnico era para animar a los ciudadanos a votar y, así, luego en las urnas Trump sufriría la derrota estruendosa acorde con la historia que nos habíamos montado.

El único problemilla de ese guión imaginario del patoso Donald puesto en su sitio es que ha sucedido lo contrario. ¡Rayos! Qué contratiempo, con lo claro que estaba que eso no pertenecía a las leyes del universo. Así que hay que rebobinar las conciencias en busca de una salida para el conflicto que se ha creado por culpa de lo infantiles que son los estadounidenses, ya se sabe, ésos que beben café y coca cola con las comidas, tienen la bandera en el porche de su casa y cantan el himno nacional con la mano en el corazón.

¡Ya está! Donald Trump ha ganado, sí, pero en realidad no es el Donald Trump que conocemos, el que quiere echar a los inmigrantes, impedir que los musulmanes viajen a los Estados Unidos, levantar un muro en la frontera con Méjico, derogar las leyes progresistas sanidad, matrimonio gay, aborto y montar barreras ultraproteccionistas para el comercio con el extranjero. No; el verdadero Trump es otro y ese otro del todo distinto ya asomó en su discurso de victoria de la madrugada electoral. Enseñaba antes la patita de lobo sólo como recurso ante las urnas pero está claro que su yo auténtico va a dejar de lado todas las barbaridades aquellas que nos hacían tanta gracia. Puede que ponga de jefe de gabinete a quien le llevó la campaña presidencial, puede que el Ku-Klux-Klan se haya felicitado por lo bien que le salió su apoyo al nuevo inquilino de la Casa Blanca pero eso no son sino guiños inocentes. Incluso, ya ven, se ha puesto un sueldo de un dólar al año -lo mismo que el Putin imaginario del artículo jocoso- para que se vea su bondad. Esta vez no nos equivocamos.

Andrés

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