Hace pocos días moría el boxeador Perico Fernández, que fue dos veces campeón del mundo en la categoría de pesos ligeros.

Perico murió en la más absoluta indigencia. En una pensión de mala muerte y malviviendo de las limosnas y la caridad cristiana, que es más bien escasa y no sólo en épocas de crisis, sino también de bonanza.

Me vino en ese momento a la cabeza un excelente documental que rodó en 1966 Manuel Summers, y que sobrevivió como pudo a la censura de la época, titulado "Juguetes rotos". Summers retrata con absoluta maestría y clarividencia, la vida de un torero, un levantador de pesas y un animador, muy conocidos y populares durante la época, pero caídos durante su vejez en el ostracismo.

El cine español está lleno de personajes caídos en desgracia por distintas circunstancias de la vida. Es el caso, por ejemplo, de Gracita Morales o de Rafaela Aparicio y de tantos otros nombres, que llegaron a lo más alto de sus carreras, en este caso cinematográficas , pero también deportivas o de cualquier otra índole y que cayeron en el más absoluto de los olvidos.

Recuerdo hace unos años unos premios Goya en los que quisieron recaudar fondos para los actores que no tienen recursos económicos y viven en la penuria, como era el caso de Rafaela Aparicio, que murió en una residencia de ancianos y salvo buenas palabras, poco o nada se ha hecho al respecto. Deberíamos tener mayor gratitud y solidaridad hacia ellos y no actuar con nuestros mayores como hacen los niños con sus juguetes cuando se cansan de ellos y los aparcan en el baúl de los recuerdos o en el fondo del armario.

Nadie se acuerda de ellos, salvo cuando se mueren. Entonces una breve reseña en la prensa nos recuerda que existieron en otro tiempo. Tuvieron dinero, popularidad, fama. Perico fue otro de estos juguetes rotos. Por desgracia, no será el último.