«Primer comprometem-se anònima consigna: Tothom farà el que puga rumb al sostre de la foscor present»
Matilde Llòria ("Per a saber entendre")
Dos exposiciones en sede valenciana alumbran visiones de futuro. La del Equipo Crónica y la mirada retrospectiva de Valencia, capital de la República en 1936. En lo que queda del Centre Cultural Bancaixa está la más destacada colección del Equipo Crónica-Estampa Popular que se ha conseguido nunca. Nos retrotrae a la Transición y a la realidad valenciana de la dictadura franquista, donde el trabajo de Solbes, Valdés y Toledo „los componentes de aquel ímpetu en equipo„ adquirió sentido y potencia. Parte del legado de Josep Renau, entre el hiperrealismo y el expresionismo, con derivaciones abstractas en un denso relato dialéctico: presión popular frente a meninas. Es un documento de la época que va de 1950 a 1989, de la dictadura de Franco a la caída del Muro de Berlín. Etapa protagonizada por personajes de todos los signos que se entregaron a la tarea de resituar la ilusión valenciana de entonces en la órbita mundial. De ahí la Vía valenciana de Ernest Lluch (Premi Joan Fuster,1975). Aquello, a juzgar por la potencia comunicativa del Equipo Crónica, prometía. El arte responde a las coordenadas culturales que vive un territorio y proyecta la idea fiel de sus expectativas.
El recorrido por la València de 1936-37, ilustra las circunstancias sombrías y dolorosas en las que se vivió la capitalidad de la II República en plena guerra civil. Conflicto bélico en el que acabaron perdiendo todos los valencianos de izquierdas y de derechas. Habitar en tierra conquistada no es fácil ni sale gratis. Ni para quienes lo vivieron ni para las generaciones futuras. Sobrecoge el panorama de un gobierno en retirada entre checas, persecuciones, ejecuciones, refugios y bombardeos que se ensañaron con una población desconcertada entre dos frentes y dos fuegos. Si para llegar a ser capital de España Valencia tuvo que pasar por aquel calvario de miserias, delaciones y ajusticiamientos, el sacrificio merece una mirada generosa y objetiva. No se puede caer en la anécdota de los cambios en los rótulos de las calles, donde los vacíos y los sinsentidos subsisten por incapacidad para proclamar el solemne y definitivo borrón y cuenta nueva.
El mundo se polariza. Está dividido por mitades. Afrontamos cambios globales que nos afectan. En el pulso Trump-Clinton, en el referéndum escocés, en el dilema catalán, en la política española o en los plebiscitos colombiano y canadiense. Próximos a las elecciones francesas, alemanas o el todo o nada de Matteo Renzi en Italia. No basta pensar que los resortes del sistema en EE UU conseguirán desactivar las emergencias que amenazan el orden internacional. La Unión Europea, la OTAN y las Naciones Unidas se crearon para evitar situaciones de riesgo mundial, como las dos macroguerras que asolaron Europa en el siglo XX. El gobierno de Rajoy, antes de su reválida parlamentaria ya se ha visto sometido al primer test de estrés ante una crisis global. Han vuelto a sonar las alarmas en la comunidad internacional.
Los valencianos no lo tienen fácil. Se mueven en una tensión dual, condicionada por su indefinición en el tablero español. Los políticos no llegan y los empresarios permanecen instalados en el caos. Vienen de una posguerra dura y prolongada que se vislumbra en la exposición documental sobre la guerra „¿incivil?„ en el espacio universitario de La Nau. Prosiguieron con el despertar esperanzado con el ocaso de la dictadura y la transición „reflejada en la obra del Equipo Crónica„ concentrado en el proceso autonómico que se diseñó con trampa. En la distribución asimétrica de competencias y en la mezquina dotación de recursos para ejercerlas. Y en esas estamos. Nadie advirtió que la autonomía también se podía gestionar desde la felonía y con el objetivo de esterilizarla desde dentro por incompetencia o manifiesta mala fe.
La evolución del voluntarismo al escepticismo de Jacques Attali, uno de los intelectuales europeos más influyentes, parte en su último libro „Convertirse en uno mismo„ de que «en un mundo que ya nos resulta insoportable, no cabe esperar nada de nadie. Ha llegado la hora de que cada uno se haga cargo de su vida». Cada país, también. Y acaba con la idea lapidaria de que «desde hace demasiado tiempo, demasiados hombres de inacción se han sucedido en el poder. Inútilmente». Entre nosotros, los valencianos, incluso.
El umbral de ineficiencia se ha sobrepasado. La conexión entre la ascensión de Donald Trump y la irrupción del brexit en la crisis de la Unión Europea, da pie a más tensiones EE UU-Europa. Y al efecto llamada para las opciones intolerantes y excluyentes de Gran Bretaña, Francia, Holanda, Hungría, Polonia, Suecia, Chequia, Alemania, Austria, Finlandia, Dinamarca o Grecia. El debate de las tribulaciones autonómicas, en este marco, es irrelevante y el futuro de los valencianos, cada día más difuso.