El feminismo es el guardián de la democracia. Por eso, siguiendo el criterio de la maestra Amelia Valcárcel, los enemigos del feminismo desprecian por igual la democracia. No sorprende así que sean tantos los varones que, regocijándose en su abusivo contrato de situación privilegiada, subestiman a quienes luchamos por una sociedad igualitaria, justa, solidaria, plural y libre de esta lacra social que es la violencia de género. Machos de verdad, con su imaginario carpetovetónico y comportamientos propios de una mente patriarcal tan anquilosada como la suya, capaces de ridiculizar o minimizar „esto es, opacar la necesaria visibilidad„ estudios, propuestas y perspectivas de género que faciliten la génesis de una desigualdad generada por infinitos mecanismos de sometimiento y control hacia el cuerpo, la historia y las entrañas de las mujeres.

El asunto traería cola, si no fuera porque son legión quienes optan por una tesitura sigilosa, cobarde y pusilánime, similar a esa ingenua criatura que cierra sus ojos creyendo que al hacerlo ya no verá aquello que teme o le molesta. Hombres, por cierto, que ostentan roles y cargos relevantes, libres de vil garrote y cargados de estudios, ya sean docentes, bancarios, concejales, directivos, empresarios, policías y largo etcétera. Cada vez que alguno de ellos caricaturiza el feminismo „algo muy habitual ya sea en ámbito público o privado„ sufraga la desigualdad entre varones y mujeres, preámbulo de toda violencia de género, incluso de la propia violencia simbólica que estigmatiza y apunta en una clara dirección: las mujeres.

Urge decir en este día de hoy, en el que luchamos por combatir la violencia de género, que no basta con una mimética sensibilización. Hace falta un compromiso real, efectivo y radical. Demasiado terror y sadismo para tanta falta de recursos, estrategias y acciones positivas. ¿Qué hacen los varones „cuantificable, narrable y ejemplar„ más allá de sumarse a gestos testimoniales y minutos de silencio? Llámenme tremendista, pero, si acuden a cursos de formación en igualdad, talleres de sensibilización y herramientas para luchar contra la violencia de género, seminarios de análisis y reflexión sobre esta problemática, son las mujeres quienes abanderan estas actividades y muestran un interés público por remediarlo. ¿Dónde están los hombres de verdad? Ni están ni se les espera.

Me parece muy oportuna la propuesta del Consell Escolar Valencià que nos invita a «repensar las relaciones, representar otras realidades». Ahora bien: ¿cómo repensar sin antes pensar? ¿Cómo representar sin antes presentar esas otras posibles alternativas o realidades? Difícil conseguirlo, me temo. Y, ¿quién debe hacerlo? ¿El sujeto descarnado y acrítico? ¿Cómo? ¿Por generación espontánea? El feminismo cobra mayor valía desde esta dimensión combativa, crítica, reflexiva, analítica, ineludible para construir otro orden posible, esa alternativa deseada que romperá con el patriarcado, el sexismo, la falocracia... A partir de tales mimbres iniciamos el difícil camino hacia un mundo sin violencia de género. Hay que poner en marcha la tarea previa de cortar las raíces de tanta desigualdad histórica, una labor en la que todos debemos implicarnos para encauzar la problemática desde una conciencia feminista. La gran tarea de armar y empoderar intelectualmente a las futuras generaciones precisa de altas dosis feministas, una apuesta por las nuevas masculinidades, otras alternativas a la estereotipada masculinidad en donde se diga con unánime energía: ¡el feminismo, asunto de todos!