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José Sierra

Proteger el aire que respiramos

El Pleno del Parlamento Europeo ha dado luz verde a un endurecimiento de los límites nacionales de emisiones contaminantes, que serán más estrictos a partir de 2030. Europa ha decidido dar un paso que no será plato de gusto para muchos países y ciudades del viejo continente, donde se superan ya los límites vigentes o se mantienen en la misma raya de una frontera que ahora va a quedar mucho más cerca.

El último informe de la Agencia Europea de Medio Ambiente sobre «Calidad del Aire en Europa» recopila datos obtenidos de estaciones oficiales de seguimiento de la contaminación en 400 ciudades. El estudio asegura que en 2014, un 85% de la población urbana de la Unión Europea estaba expuesta a partículas finas (PM2.5) a niveles considerados nocivos para la salud por la Organización Mundial de la Salud (OMS), ya que pueden causar o agravar enfermedades cardiovasculares, el asma y el cáncer de pulmón.

La AEMA sostiene que la calidad del aire mejora muy lentamente, pero la contaminación atmosférica sigue siendo «el mayor peligro para la salud», con 467.000 muertes prematuras al año y una pérdida de calidad de vida sustancial debido a las enfermedades que provoca.

Durante años, investigadores de toda Europa han insistido en la necesidad de aproximar los límites nacionales para sustancias como el dióxido de azufre (SO2), óxidos de nitrógeno (NOx), compuestos orgánicos volátiles no metánicos (COVNM), amoniaco (NH3) y micropartículas (PM2.5) a los recomendados por la OMS, haciéndolos de obligado cumplimiento. Primero fue por un elemental principio de cautela. Mas tarde, los datos y evidencias sobre el impacto nocivo que tienen sobre la salud se han ido multiplicando. Nadie lo discute ahora.

Y no basta con poner catalizadores a los coches y que nadie los falsee. El director ejecutivo de la AEMA, Hans Bruyninckx, lo ha dicho: «Debemos abordar las causas profundas de la contaminación atmosférica, lo que exige una transformación fundamental e innovadora de nuestros sistemas de movilidad, energía y alimentos». Este proceso de cambio, añade, requiere una acción colectiva que incluye autoridades públicas, empresas, ciudadanos y a la comunidad científica.

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