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Podemos y Rita Barberá

LCuando una persona fallece, el balance que suele hacerse tiende a embellecer los hechos; destaca lo positivo y deja en segundo plano lo negativo. Sobre todo, porque sobre los hechos de esa persona, el conjunto de su trayectoria, prima el siempre triste y duro final (en particular, como es lógico, para sus familiares y amigos). No se trata de hacer un balance ecuánime (eso, mejor dejarlo a los historiadores), sino de resaltar su figura y reconfortar a sus acólitos. Esto es indudable. Es lo que sucede casi siempre. Con Rita Barberá y con muchos otros. Y es bueno que suceda así, desde mi punto de vista, porque es un síntoma de humanidad, de grandeza de espíritu.

Esta semana, Compromís entendió perfectamente que una cosa era Rita Barberá la rival política, la figura controvertida y con sospechas de corrupción, y otra la Rita Barberá que había sido alcaldesa de Valencia 24 años, cuya figura apreciaban e incluso veneraban muchísimas personas incluso en estos tiempos en los que su apoyo social y político ya se había erosionado enormemente; y que, como todo el mundo, tenía un entorno de personas que la querían y apreciaban. Algunos, vinculados a su trayectoria política; y otros no. Por eso, los dirigentes de Compromís en el Ayuntamiento, en las Corts Valencianes, en el Consell y en el Congreso de los Diputados han actuado con sensatez y humanidad, y han sabido ver que el fallecimiento de alguien no es el momento más adecuado para apuntarse un tanto político-mediático, sino para respetar su muerte, su legado (que también, como el de casi todo el mundo, tiene aspectos positivos) y el dolor de los suyos.

Podemos, en cambio, ha hecho lo que últimamente hace siempre: llamar la atención con algún truco de magia efectista que les permita protagonizar cualquier acontecimiento. En este caso, negarse a guardar un minuto de silencio en memoria de Rita Barberá en el Congreso de los Diputados, con una serie de argumentos peregrinos, que se resumen en que la exalcaldesa de Valencia era malvada y corrupta y que en el pasado el Congreso no guardó minutos de silencio por otros fallecidos, como José Antonio Labordeta. Lo cual introduce un interesante debate: ¿cree Podemos que no hay que guardar minutos de silencio por nadie? Porque, si considera que había que guardarlo por Labordeta, ¿cuál es, exactamente, el motivo para no hacerlo por la senadora del PP?

Se trata de un error de bulto, que pone de manifiesto la supeditación de cualquier otro tipo de consideraciones a la „rematadamente torpe„ táctica política de la semana para salir en la tele. Un error que lo único que ha conseguido es, precisamente, dejar en segundo plano el alejamiento de Barberá y sus fieles respecto del PP, partido del que fue expulsada, en palabras del inefable Rafael Hernando, «para protegerla» (si es por hacer favores, y en buena lógica, el PP debería expulsar a su portavoz en el Congreso de inmediato. Y a muchos otros. Por su propio bien).

Es absurdo buscar responsabilizar a los críticos, o a los afines que hubieran abjurado (por intereses políticos o por convicción genuina), de la muerte de una persona. Pero sí que puede señalarse la hipocresía de que aquellos que le dieron la espalda no hace ni un año a Rita Barberá „la plana mayor del PP„ ahora se dediquen a ponerse medallas. Algo que no han dejado de señalar con claridad algunos familiares y amigos de la fallecida; afortunadamente para el PP, ya se había encargado Podemos de que la falta de dignidad de Hernando, María Dolores de Cospedal y el propio Mariano Rajoy quedase en segundo plano, modestamente, tras la exhibición de indignidad que nos ha brindado a todos Podemos en el Congreso.

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