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Julio Monreal

"¿A qué vienes, Mariano?"

La familia de Rita Barberá había reservado tres sitios en cada banco de la capilla del tanatorio de Valencia que la exalcaldesa había inaugurado el 20 de noviembre de 2000. Las hermanas de la fallecida no podían impedir el acceso a la iglesia a aquellos que no deseaban ver el jueves en el funeral, pero sí estaba en su mano dificultar la entrada. No habría sitio reservado para Rajoy ni para Cospedal „¿es posible que un presidente del Gobierno en activo vaya a un acto a título particular?„ así que tendrían que permanecer de pie. No querían saber nada del presidente del partido que había abandonado a Rita Barberá en vida pese a las incesantes declaraciones de amistad y admiración. Ni tampoco de la ministra de Defensa que telefoneó a quien ahora yacía de cuerpo presente para pedirle que se diera de baja del partido que había contribuido a engrandecer. Sin embargo, siempre hay samaritanos, incluso entre las filas de los abandonados por la directiva popular. Andrés Rodríguez Guisado, marido de la concejala del ¿PP? en Valencia Lourdes Bernal, asesor del grupo ¿popular? e imputado o investigado como ella en el caso de blanqueo de los 1.000 euros para la campaña de 2015, se había sentado en un banco con tiempo suficiente para poder ceder su puesto al presidente del Gobierno de España cuando entrara al templo para asistir al funeral. Y allí se sentaron Rajoy y Cospedal, a metro y medio escaso del concejal Vicente Igual y de la que fue secretaria del grupo popular Mari Carmen García Fuster, dos de las personas del círculo más íntimo de Barberá.

Cuentan las crónicas que un hombre de mediana edad abordó al líder del PP en el vestíbulo del tanatorio y le espetó: «¿A qué vienes, Mariano? Cómo la habéis dejado caer, con lo que ella os quería y con todo lo que os ha dado. En vuestra conciencia pesará». Era Jacobo Ríos-Capapé Carpi, uno de los hijos de María Miguela Carpi, otra de las personas más próximas a la exalcaldesa y una auténtica institución en el PP, que le rindió homenaje hace unos años. Mimí, como era conocida en su círculo, acogió a Rita Barberá en las últimas vacaciones de verano en su villa de Benicàssim.

Los políticos y las instituciones estaban vetados en el funeral pero en realidad la línea que había trazado la familia pretendía ahuyentar a los rivales de Rita y a los que eran considerados traidores por dejar caer a la senadora. Hasta el diputado conservador Jorge Bellver, mano derecha de la alcaldesa en su tiempo de concejal, sintió el rechazo de la familia cuando se acercó a dar el pésame. María Asunción (Totón) Barberá no quería ver a quien en septiembre había secundado, en las Corts, como todos los diputados del PP excepto Miquel Domínguez y Vicente Betoret, una resolución que instaba a la senadora territorial Rita Barberá a devolver el acta a la Cámara autonómica que la había designado. Fue el marido de Asunción, el abogado José Mª Corbín, quien hizo de mediador y logró un abrazo forzado.

El dolor, la sorpresa de la muerte, la rabia y el rencor hacia quienes la familia culpa de haber dejado abandonada a Rita Barberá en los últimos meses de su vida han privado a la que fue alcaldesa de Valencia durante 24 años de un homenaje ciudadano que habría sido multitudinario. Joan Ribó, en una muestra de humanidad y de inteligencia política, ofreció a la familia la Casa Consistorial como capilla ardiente. Pero las hermanas Carmen Luisa, María José y María Asunción y los siete sobrinos de la fallecida estaban demasiado heridos para darse cuenta de que alguien que ha sido máxima autoridad municipal durante 24 años es también patrimonio de la ciudadanía, y no sólo de sus herederos legales. Puede que un día lo reconozcan.

Se abre ahora un vivo debate sobre si Rita Barberá merece una calle o una avenida en la ciudad a la que dio proyección nacional e internacional, con sus luces y con sus sombras. El Partido Popular ya ha pedido la rotulación de una vía pública con el nombre de quien fue su lideresa y Ciudadanos ha anunciado ya que respalda la iniciativa. Por su parte, unas 8.000 personas han firmado en tres días una petición análoga en la plataforma digital change.org. En el lado del no ya se ha colocado Unidos Podemos, mientras Compromís y los socialistas se lo están pensando.

Si uno mira el callejero de la capital, un número significativo de alcaldes de Valencia tienen dedicadas calles y plazas, generalmente de mucha categoría y vinculadas a zonas de expansión urbana que cada uno promovió. Así ocurre con Cirilo Amorós, Joaquín Manglano y Cucaló de Montull, barón de Cárcer, el Alcalde Reig o el alcalde Gisbert Rico. Rivalidades políticas al margen, el principal escollo para dedicar una plaza o calle a Rita Barberá es la incertidumbre del resultado judicial de los casos en los que resultó implicada en vida, principalmente el blanqueo de dinero que se atribuye a 50 concejales y asesores de varios de sus equipos a propósito de la financiación de la campaña del PP municipal de 2015. O lo que resulte de la investigación judicial sobre la gestión de la Feria Muestrario de Valencia que ella presidió como alcaldesa y que saldrá a la luz pública en febrero.

De todos es sabido que la muerte extingue la responsabilidad penal en que se hubiera podido incurrir, pero se comprende la prudencia del alcalde Ribó y de la vicealcaldesa socialista Sandra Gómez, partidarios de no tomar la decisión en caliente y dejar pasar los meses y las sentencias de los casos pendientes, no sea que haya que descolgar las placas del callejero después de puestas. Esa parece también la posición más coherente desde estas páginas, desde el único periódico, Levante-EMV, que la exalcaldesa y senadora leía entero cada mañana, según confió ella misma a este cronista quince días antes de morir.

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