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Dar y quitar votos

El cardenal arzobispo de Valencia, Antonio Cañizares, ofició este lunes un multitudinario funeral por Rita Barberá, en el que exhortó a que "no se siente a nadie en el banquillo de los medios". Como hay que descartar que el prelado estuviera refiriéndose a "los medios" de la plaza de toros (donde se han visto faenas mucho menos trabajosas que la del PP buscando la renuncia de la difunta senadora), hemos de entender que "los medios", aquí, somos nosotros, los periodistas, y que todos los que nos dedicamos a esto somos culpables de haber castigado a la finada con una injusta "pena de telediario".

Cañizares también debería haber pedido al PP que le devolviera la condición de militante a título póstumo, pues, al decir de sus próximos, Barberá padeció por la exhibición de su nombre en los papeles tanto como por la exigencia de que entregara el carnet. Y puede que mucho más. De esa opinión es el expresidente Aznar, quien lamenta que la exalcaldesa muriera "habiendo sido excluida del partido al que dedicó su vida".

Esta frase le valió el lunes al presidente de FAES un sonoro aplauso cuando entraba en la catedral de Valencia. Como voz autorizada en cuestiones morales que es, el recto expresidente creyó necesario recordarle al PP que la merca de votos no puede justificarlo todo. Desde el primer anillo exterior, era lo fácil; pero Rajoy tenía firmado un pacto de investidura con C´s que le exigía tomar medidas contra Barberá en cuanto ésta fuese imputada.

Así, es lógico que después de su inesperado fallecimiento el PP haya vuelto a coquetear con la idea de posponer la exigencia de responsabilidades políticas (suspensión de militancia o renuncia al cargo) a la apertura de juicio oral. Es lógico, pero es cínico, porque el pacto con C´s (y la abstención del PSOE) le dieron a Rajoy la reelección. Y es más cínico aún porque el partido no quiso saber nada de Barberá desde que la forzó a pedir la baja, y todo ese apoyo que ahora dicen los populares que se merecía podían habérselo dado ellos mismos dos días antes de morir, cuando fue a declarar ante el Supremo.

En eso podían haber seguido el ejemplo de los soberanistas catalanes, que decretan prietas las filas cada vez que uno de ellos tiene que ir a deponer ante el juez. Pero, claro, no es lo mismo, porque los independentistas responden ante la justicia por haber puesto las urnas contra la ley, y a Barberá se la investigaba por un presunto caso de blanqueo. Y lo primero da votos, pero lo segundo los quita.

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