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Los artilleros marchan a pie a Santa Bárbara de Llíria

La geografía valenciana está llena de ermitas y capillas, de retablos cerámicos, dedicados a santa Bárbara. Goza de gran predicamento esta santa mártir que sufrió la misma tortura que san Vicente Mártir. En Moncada se conserva una falange de su dedo, reliquia que el 4 de diciembre es venerada y besada por mucha gente. Famoso es su popular porrat en torno al promontorio de su ermita. Cuando hay fuertes tormentas proveídas de intensos rayos y se va la luz en las casas es cuando más se le demanda y se le reza protección. «Només es recorda de santa Bàrbara quan trona», explica el refranero valenciano. Protectora contra rayos y centellas es sacada su estampa a la luz de las velas por los timoratos afectados. Los militares la tienen por especial patrona de los artilleros, que siguen defendiendo que ellos son la nobleza castrense, el arma más prestigiosa de entre las existentes. La Artillería le ha invocado tradicionalmente con la marcha de Las Margaritas. También le ha compuesto y declamado oraciones. «Con el poder del rayo protégeme de mis enemigos, glorifica la boca de fuego de mi cañón y permite que salga victorioso,€ me diste la aristocracia de ser solamente un artillero€ sólo importa, muy cierto, el oficio más bravo de ser solamente hijo de santa Bárbara y artillero».

Los militares no faltan a las tradiciones artilleras autóctonas en cuanto al respeto y devoción por la santa. En llegando las fechas de su celebración una compañía, con su coronel al frente, del Regimiento de Artillería Antiaérea nº 81 acantonada en Marines -Base Militar General Almirante- marcha a pie, 15 kilómetros, hasta la ermita de santa Bárbara en Llíria, donde ofrenda dos coronas de laurel en el pórtico del lienzo principal del derruido ermitorio presidido en su frontispicio una estampa cerámica de la santa. Guardan memoria y rezan, en la explanada principal, formados en orden de parada, a los fallecidos del Arma e impetran para su vida diaria y futuro su protección. La ermita de santa Bárbara de Llíra es renacentista, comenzada a construir en 1494, modificada y ampliada a lo largo del siglo XVII. Enclavada sobre una de las lomas contiguas al pueblo, semeja una fortaleza, tal vez levantada pensando en esa utilidad también.

No es extraño este tipo de construcciones polivalentes. Tenemos el caso de la iglesia fortaleza de Castielfabib, un lugar donde refugiarse o defenderse el pueblo en casos de emergencia. Por su posición estratégica defensiva fue ocupada por militares en todas las guerras habidas en la zona, de manera especial la de la Independencia y las carlistas. Vicent Escrivá ha estudiado con detalle este monumento histórico-artístico. En la pasada guerra civil, leo en un libro de mi amigo Pepe Romero varios milicianos «provistos de cuerdas y herramientas y durante varias horas con total impunidad€ subieron a Santa Bárbara donde rompieron las hornacinas del Calvario. Destrozaron la puerta de la Ermita de santa Bárbara y ya dentro cometieron toda suerte de desmanes». De este atentado artístico escribió también José María Peñarrocha Desantes, a los pocos días de suceder.

De la ermita queda su fachada principal con la imagen de la santa sobre el dintel y algunas piedras que recuerdan la nave del templo y sus dependencias anejas. Lo poco que queda en pie está a punto de desmoronarse. En su derredor brilla la ausencia de limpieza y cuidado. Está necesitada de un mimo especial para, al menos, conservar con dignidad lo que queda, o reconstruirla hasta donde se pueda. Es un testimonio y trozo precioso del patrimonio histórico-artístico de Llíria. ¿Por qué no encargar esta misión y objetivo a los militares que tan brillantemente han reconstruido y conservado el Convento de santo Domingo, la Capitanía General de Valencia?

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