La victoria de Donald Trump en las recientes elecciones de EE UU ha generado una gran incertidumbre por la inexistencia de un proyecto político real detrás del personaje televisivo. Más allá de su histrionismo y de la atención mediática de sus disparatadas y en ocasiones racistas propuestas, la ausencia de una base ideológica y el escaso apoyo del Partido Republicano supone que esta nueva era republicana estadounidense en la que nos adentramos difiera notablemente respecto de las décadas de los 80 y 90, años en que los gobiernos de Ronald Reagan y George Bush tuvieron como objetivo la implementación de un sólido proyecto ultraliberal. En cambio, ahora, la concreción del pensamiento político del presidente electo es todo un misterio. Su ideario es una mezcla de racismo, xenofobia, pancartas del Tea Party y soflamas de telepredicador.

A ello hay que unir la cálida bienvenida que ha recibido Trump por parte de los representantes de la ultraderecha y del ultranacionalismo europeo. La francesa Marine Le Pen y los gobiernos de Polonia y Hungría felicitaron al próximo presidente nada más conocerse la noticia mientras que a la primera ministra inglesa no pareció preocuparle lo más mínimo.

Las dudas que surgieron sobre el tipo de presidencia que piensa llevar a cabo en materia de política exterior o de medioambiente, dado su buscado perfil de outsider dentro del Partido Republicano, comienzan a aclararse. La elección de personas próximas a la extrema derecha republicana para dirigir la seguridad nacional, la fiscalía general y la CIA son una clara declaración de intenciones.

No podemos evitar pensar si en España existe el peligro de que surja un Donald Trump. Para ello, lo primero que tendríamos que tener en cuenta es qué partido se parece más a su ideario. Resulta evidente que en España los partidarios de las teorías de la conspiración, de la mano dura con los inmigrantes y refugiados y de las privatizaciones de los servicios públicos así como los contrarios al desarrollo de políticas de igualdad de género y de igualdad de oportunidades „por poner un ejemplo„ radican en la derecha española y son votantes del Partido Popular. Tal como está organizado el PP „alérgico a la celebración de primarias„ la posibilidad de que su candidato sea un populista como Trump ajeno al aparato resulta casi imposible. Siempre son más seguras las mediocridades.

A pesar de la irrupción de la ultraderecha xenófoba y machista en la presidencia de EE UU y en varios gobiernos europeos, queda espacio para la esperanza. Hace unos días pudimos ver a Barack Obama visitando la acrópolis de Atenas. La imagen del primer presidente afroamericano de EE UU caminando alrededor del Partenón „enlazándose las ideas de justicia y libertad„ nos debe guiar por la oscuridad del túnel hasta la luz de la esperanza. El contraste entre un Trump encerrado en su torre de oro de Nueva York frente a un Obama vestido de manera modesta mirando las columnas del Partenón nos recuerda que las ideologías están más vivas que nunca. No desesperemos.