En las dos últimas semanas, con el voto a favor del PSOE, Podemos, PNV, independentistas y a veces Ciudadanos, el Congreso ha instado la derogación de leyes estrellas del PP. Y el Gobierno ha vetado hasta trece resoluciones parlamentarias alegando que suponen un incremento no previsto del gasto público.

Una guerra que da triunfos —aunque provisionales— a la oposición que ha logrado mayorías contra la ley Wert y contra la llamada ley mordaza. La primera con el voto de C’s, la segunda con su abstención. Y la semana próxima podría pasar lo mismo con la reforma laboral, pese a que Mario Draghi, presidente del BCE, ha dicho en Madrid que Europa está saliendo de la crisis y España sale más rápido porque ha hecho más reformas estructurales, entre ellas la laboral. La oposición ha aprobado también un aumento para 2017 del 1,2 % de las pensiones que el Gobierno ya ha vetado pero el veto necesitará el apoyo de C’s en la mesa del Congreso.

¿Pueden ser las votaciones ganadas por la oposición y los vetos continuos del Gobierno la tónica dominante de la legislatura? Marino Rajoy, en privado, admite que al no tener mayoría deberá ceder en cosas no esenciales. En materia económica y presupuestaria cree que el margen es estrecho pero que sobre todo si la economía crece (José Luis Escrivá, el gurú de la Autoridad de Responsabilidad Fiscal, dice que el PIB subirá en el cuarto trimestre y el primero del 2017 un 0,9 %, dos décimas más que en el tercero de este año), algo podrá y deberá pactar con el PSOE —decisivo para la mayoría parlamentaria— y con los sindicatos.

Y ante Europa necesita con urgencia aprobar el techo de gasto y los presupuestos. Por su parte, al PSOE no le conviene paralizar el techo de gasto e ir contra los intereses de los presidentes autonómicos socialistas y Cristóbal Montoro sabe buscar el acuerdo subiendo el déficit autonómico permitido en el 2017. Hay quien dice que Montoro se atribuye ante Rajoy —y contra Luis de Guindos— el mérito del giro del PSOE a la abstención. Él lo habría instado, a través de las autonomías socialistas, al hacerlas ver que su gasto social subiría si se corregía al alza el objetivo de déficit autonómico en el 2017. Lo cierto es que Montoro, que lleva como secretario de Estado con Rodrigo Rato o como ministro más de 12 años al frente de Hacienda, sabe más «por viejo que por diablo».

Pero no basta con pactar el techo de gasto con las comunidades autónomas en el Consejo de Política Fiscal. Luego el Parlamento lo debe aprobar junto con el objetivo de déficit de todas las administraciones, incluido el Estado y la Seguridad Social. Bruselas exige bajar del 4,6 % del PIB en el 2016 al 3,1 % en el 2017 y aquí el voto del PSOE vuelve a ser imprescindible, tanto para estar en regla con la UE como para tener alguna esperanza de que los socialistas no veten los presupuestos del 2017. Si el PSOE al final no entra, siempre quedará el recurso al PNV y la socialista Idoia Mendía puede ser de utilidad.

Por su parte, el PSOE necesita hacer oposición —lo exigen sus militantes, electores, competencia con Podemos y crisis interna— pero tampoco puede irse al monte contra la política de la UE y del BCE. Y tampoco le viene mal apuntarse algún tanto social.

Al parecer, Rajoy —con Montoro de apuntador— ha concluido que no convenía vetar siempre todo lo que votara la mayoría de izquierdas e independentista. En lo fundamental —el techo de gasto que es condición sine qua non para los presupuestos— había que pactar con el PSOE. El techo de gasto —que es una señal y una buena nota ante Jena-Cloude Juncker y Draghi que han estado en Madrid— bien vale la misa de una subida del salario mínimo del 8 % que permitirá a la gestora del PSOE sacar pecho. Es la primera satisfacción que ha tenido el sufrido portavoz socialista, Antonio Hernando, desde el asesinato de Pedro Sánchez.

Y es la primera vez en esta legislatura que Gobierno y PSOE han sabido transformar la necesidad de pactar en la virtud del consenso entre enemigos. A seguir.

La OCDE se precipita con Trump

Ya lo advertí la semana pasada: ¡estén atentos este domingo! Si los austriacos eligen a Norbert Hofer será la primera vez desde 1945 que un país europeo tiene un presidente de extrema derecha. Un triunfo del populismo nacionalista. El referéndum de Italia es más complejo pero si Matteo Renzi pierde habrá inestabilidad y problemas en los bancos de la tercera economía del euro. El BCE actuará pero la UE tendrá otra sacudida.

El gran problema -lo ha dicho Mario Draghi— es la incertidumbre política, y primero la que viene de la potencia americana. Hay una guerra interna en el campo de Donald Trump, donde los radicales se oponen frontalmente a pagar la paz con los republicanos tradicionales con la Secretaría de Estado —un cargo clave—para Mitt Romney, el candidato republicano del 2012.

Trump ha nombrado secretario del Tesoro a Steven Mnuchin, antiguo banquero en Goldman Sachs y hombre clave en su campaña, y secretario de Comercio a Wilbur Ross. Dos nombres que no han sorprendido y que han confirmado las líneas generales del discurso electoral. Fuerte rebaja fiscal (del 35 % al 15 % para las empresas), grandes inversiones en infraestructuras y vigilancia con las exportaciones dumping de China y México que —dicen— destruyen el tejido industrial americano.

Pero el demonio está en los detalles. Llama a dos americanos de la élite financiera para aplicar un programa keynesiano (más crecimiento en base al déficit inicial por la bajada de impuestos y el gasto público en inversión) y populista (proteccionismo reduciendo importaciones). La OCDE se ha precipitado al asegurar que este programa elevará el crecimiento americano y mundial en el 2017 y 2018. Se basa en que los estímulos fiscales —que economistas de izquierdas como Paul Krugman pedían pero que la mayoría republicana en el Congreso vetaba— pueden dopar una economía que crece a más del 3 % con una tasa de paro inferior al 5 %. Y más cuando la política monetaria está agotada.

Pero hay incógnitas. La deuda es mucho más alta que cuando Ronald Reagan hizo su rebaja impositiva en 1980. Se temen los efectos sobre la inflación y los tipos de interés así como un bandazo en la Reserva Federal. Y el gran miedo radica en los efectos de esta política en el resto del mundo, en especial si la negociación con China acaba en guerra comercial. Difícil porque China es el mayor tenedor de deuda pública americana y, lo dijo Hillary Clinton, no es inteligente complicar la vida de tu banquero.