Han desenterrado el hacha de guerra en el Parque Natural de l´Albufera. Hasta el extremo de que parece que volvemos a los años 80, el punto de partida de la declaración del lago, y su entorno, como espacio protegido. La presión ejercida desde la Administración acabará con el entente cordiale al que se había llegado.

El proyecto del nuevo Plan Rector de Uso y Gestión (PRUG) fue promulgado, tarde y mal, a finales de 2014, por los a la sazón gobernantes del Partido Popular (PP). El aluvión de alegaciones, que todavía hoy esperan ser debidamente contestadas, no se hizo esperar. Y mientras, el nuevo gobierno autonómico aumenta la presión. En tan solo un año se están cubriendo de gloria.

El tiempo dirá si acabarán o no con la paciencia de aquellos que discrepaban de la declaración del parque y que hasta hace muy poco fueron sus fieles defensores. El proyecto medioambiental no era tan fiero, ni tan malo para sus intereses como intuían o mal intencionadamente se les aventuraba. Los arroceros cobraban las ayudas medioambientales; los hosteleros entendieron que el lago y su entorno es un valor añadido para el trabajo del que viven; los cazadores tomaron consciencia de que se adaptaban o colgaban las escopetas; y los pescadores tenían claro que a mejor calidad de las aguas, aumentaba el prestigio de sus mayores capturas.

Hete aquí que de la noche a la mañana comienzan a aparecer badenes en la CV500, desde el Perellonet a les Palmeres. Se les ha bautizado como «obras de pacificación del tráfico». Pero el vecindario, desde el Palmar hasta el Mareny de Barraquetes, está que arde.

Ahora se cumple poco más de un año de un encuentro a dos bandas, entre responsables de la conselleria y del Ayuntamiento de Valencia. De ello dieron buena cuenta los allí reunidos a través de una nota de prensa oficial. Estuvieron Sergi Campillo, concejal de Conservación de Áreas Naturales y Devesa-Albufera; la edil de Medio Ambiente, Pilar Soriano; el secretario autonómico del mismo palo, Julià Álvaro; y los directores generales del Medio Natural y Evaluación Ambiental, y el del Agua, Antoni Marzo y Manuel Aldeguer, respectivamente.

Dijeron que iniciaban una nueva etapa de trabajo conjunto entre el Consell y el ayuntamiento. También que habían acordado una «colaboración técnica» entre ambas administraciones para la redacción de un nuevo Plan Rector de Usos y Gestión (PRUG). Además, Campillo expuso su deseo de «participar activamente en la toma de decisiones y el desarrollo de la normativa que afecta a la Devesa y l´Albufera». En definitiva, salieron como abanderados del futuro inmediato del espacio protegido.

Nada que objetar a los deseos del concejal electo de turno, de no ser que los tres altos cargos de la administración autonómica hubieran repetido esta reunión, uno por uno, con el resto de los doce ayuntamientos que aportan territorio al parque (Albal, Albalat de la Ribera, Alfafar, Algemesí, Beniparrell, Catarroja, Cullera, Massanassa, Sedaví, Silla, Sollana y Sueca que, dicho sea de paso, tiene en sus entidades locales menores del Mareny de Barraquetes y el Perelló un déficit de suelo urbano como consecuencia de la demarcación territorial del parque). Y, por supuesto, con otros agentes como agricultores, cazadores, pescadores, ecologistas, hosteleros...

Así, y a la vista de los hechos, aquello fue un encuentro sectario que sentó muy mal a más de uno. «Si la conselleria y el Ayuntamiento de Valencia van a colaborar ahora en la redacción del nuevo PRUG, no hemos avanzado nada, y nada ha cambiado; así ya trabajaba el PP», observó Felip Hernandis (EUPV), alcalde de Albalat y miembro de la Junta del Parque Natural.

Más tarde llegó el pacto para poder quemar la paja del arroz, cuestión que también fue abordada en aquella reunión y posteriormente con los agentes sociales implicados. Y del agua parece ser que nadie se acordó en un año de más que evidente déficit hídrico. El nivel del lago bajó escandalosamente ante la falta de aportes y sonaron las alarmas.

Embarrados en esta crisis, aparece una resolución de la Fiscalía Provincial de Valencia, que rompe con la ecuación del histórico funcionamiento del sistema hidráulico de l´Albufera. Propone, según dio buena cuenta Levante-EMV, la retirada de poder de decisión a la Junta de Desagüe del lago. En este punto, resulta imprescindible recordar que el Ministerio Fiscal ya investigaba los bajos niveles de la laguna desde el pasado verano, precisamente en un tiempo en que el corazón del parque es alimentado por gran parte de las decenas de hectómetros cúbicos de agua que discurren por los arrozales. Falta de medios para tanta acumulación de tareas en la Administración de Justicia, confío, pudo descolocar a su señoría en el tempo real de este ciclo del agua. Sea cual sea la razón, el nivel del lago estaba bajo mínimos a primeros de noviembre. Curiosamente, el coto de caza de Silla, segundo en importancia del entorno de la laguna por detrás de Sueca, y algunos tancats, estaban inundados con agua bombeada desde l´Albufera. A culo denominan los regantes de estos lares a cargar el agua de abajo hacia arriba.

Los agricultores arroceros son los primeros interesados en que cada año se mantenga la tradicional perellonà que mantiene unos niveles que impiden la intromisión del agua salobre marina. Que nadie se lleve a engaño: la perellonà es la madre de la modalidad de caza que se practica en esta zona húmeda. O lo que es lo mismo, decir que no se inunda para cazar: la práctica agrícola primera llevó a lo segundo. Cosa bien distinta es que a los regantes de estas tierras se les exija hacer uso de sus cuotas de agua para estos menesteres mientras la Confederación Hidrográfica del Júcar se amarra como un pulpo a un plan de cuenca del Xúquer que por no tener no tiene previsto ni el mínimo caudal ecológico para el río que de manera mayoritaria alimenta el lago.

Así las cosas, la presión sobre los agentes sociales a los que poco o nada se les ha permitido construir la pirámide medioambiental del parque desde sus cimientos, es más que evidente. L´Albufera es un amplio espacio natural protegido por decreto, edificado de arriba a abajo. Y el juguete, que es de todos, propietarios, Administración y de quienes viven de él desde siempre, debería ser tratado con más tacto y mano izquierda. ¡Hagan el favor de apagar el fuego!