Fiel a las prerrogativas pontificias que goza desde hace más de cuatro siglos, la Iglesia del Patriarca celebra hoy la festividad de San Mauro, patrón de su «Colegio Seminario del Corpus Christi». El «invictísimo mártir romano» como gustaba llamarle su fundador,el Patriarca-Arzobispo San Juan de Ribera; porque era nacido en Roma y víctima de la persecución contra los cristianos decretada por el emperador Numeriano (año 282), siendo decapitado junto a su padre y su hermano. Su cuerpo se venera en el retablo de la hermosa capilla a él dedicada en el interior de la Iglesia: la cabeza, dentro de un busto de plata y el resto del cuerpo en el interior de un rico arcón de madera forrado de terciopelo rojo. Y asombra ver el número de fieles que acuden hoy a visitarle, admiradores de todo lo que rodea a la institución.

Sin embargo, quizás muchos ignoren que fue un regalo que hizo al Patriarca el papa Clemente VIII (1599) para su Colegio Seminario, respondiendo a su petición de que le donara el cuerpo de un joven mártir de los sepultados en las catacumbas romanas, que sirviera de modelo de conducta a los estudiantes al sacerdocio de su Colegio. Por fortaleza en la fe hasta el sacrificio de sus vidas. Y la edad de 16 años que contaba al sufrir el martirio, fue la que fijó el Patriarca habían de tener los que aspirasen a ingresar como colegiales en su institución. Y quizás también ignoren, que San Mauro es el tercer patrón de Valencia con la misma categoría que los otros dos, San Vicente Mártir y San Vicente Ferrer, como abogado de la lluvia en caso de «grave seca». Proclamado así por unanimidad del Consell de la Ciutat reunido el 7 de junio de 1631. Porque en todas las ocasiones que en tal circunstancia se había recurrido a él en rogativa, nunca había dejado de llover; hasta el punto que hubo de componerse una liturgia especial y anotarse en la «Consueta» o libro ceremonial de la Iglesia, para que siempre fuera aplicado el mismo ritual. Y el Consell, en grata correspondencia, cada año asistía a la misa de la fiesta en la Iglesia del Patriarca a homenajear al santo patrón, con espectacular escolta de soldados y tañer de timbales. Sin omitir su aportación a la celebración popular con juegos, bailes en la calle y disparo de «tronaors».

Una ignorancia justificada por la rotura de relaciones por parte del Consell de la época con olvido impuesto cuando, con motivo de la invasión de Valencia por las tropas napoleónicas durante la guerra de la Independencia (1808-12), dicho Consell pidió al rector de la institución del Patriarca cediese el cuerpo del santo para sacarlo a la calle en procesión de rogativa por la victoria contra el ejército francés. Lo que el rector no podía hacer, por la prohibición concreta que el santo Patriarca dispuso en sus constituciones de gobierno de la Iglesia, de sacar de ella ninguna de las reliquias que poseía. En cambio sugirió el rector, que dicha procesión bien podía tener lugar por el interior de la Iglesia y claustro del Colegio, a imitación de la que se celebraba en la festividad de la Octava del Corpus. Pero respuesta que no fue bien aceptada, sino achacada a desaire y menosprecio del Consell, sin que en los más de doscientos años transcurridos desde entonces haya habido Consell capaz de reconvertir la situación a su estado original. Aunque no por ello juzguemos que el santo patrón nos prive de la ayuda y protección que San Juan de Ribera le rezaba en los «Gozos» que él mismo compuso para esta festividad: «Que a Valencia hayáis venido/ el mismo Dios lo ha guiado,/pues su Vicario os ha dado./ Y pues nuestra ciudad honráis/ oh, ciudadano excelente,/ que su paz y bien se aumente/ os rogamos que pidáis».