Levante-EMV

Levante-EMV

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

candau

Fidel sabía que el cardenal Tarancón fumaba habanos

A Fidel Castro le producía satisfacción saber que Vicente Enrique y Tarancón, cardenal y arzobispo de Madrid, fumara puros habanos. Me lo contó en una recepción en el Palacio Presidencial una noche que dedicó a los dirigentes deportivos participantes en los Juegos Panamericanos de 1991, celebrados en Cuba.

En La Habana escribí algunos artículos que gustaron poco a las autoridades. No hubo queja respecto de la entrevista que le hice al marinero de Ernest Hemingway. Ciertos comentarios sobre la vejez de los automóviles, las averías de los mismos en las carreteras, el control para nacionales que había en el Hotel Habana en el que residíamos los periodistas, los problemas de los cubanos para adquirir ciertas productos que nos pedían para que los comprásemos los visitantes en las llamadas diplotiendas, establecimientos considerados propios para diplomáticos y en los que no tenían entrada el común de los ciudadanos y otros detalles de la vida de los ciudadanos, no eran laudatorios.

La Habana vieja se caía, la avenida principal que daba fin en la plaza de los dos edificios de las grandes colonias españolas, la de los gallegos y asturianos, a la vera de La Bodeguita del Medio y el bar Floridita, que tenía acotado un rincón en el que se sentaba Hemingway, eran principal atractivo turístico de la ciudad. El Malecón mantenía la alegría de los colores de sus casas.

Vinieron a verme representantes del Ministerio de Asuntos Exteriores, muy amables, sin ningún reproche y haciéndome invitaciones como la de que viajara con mi esposa a un balneario. Me pidieron un deseo que estaban dispuestos a complacerme. Pedí conocer a María de los Ángeles Santana y conocer al comandante. El primer deseo lo cumplieron casi inmediatamente y fui a cenar con la que había sido la musa de la televisión de Fidel y su esposo. Yo recordaba a la vedette del enorme cartel que pusieron en la fachada del Teatro Principal donde interpretaba la revista Tentación. Por mi edad, no pude ver la obra, pero la aprendí casi de memoria gracias a las constantes reproducciones que de sus músicas hacia Radio Valencia, la radio de Vicente Garrido y Vicente España y la señorita Martí. Y el señor Pérez. Y Miguel Domínguez.

María de los Ángeles recordó con cariño su estancia en Valencia. Los ramos de flores que le llevaron los falleros al escenario, los aplausos, las felicitaciones que recibía en los restaurantes, especialmente Palas Fesol. Conservaba los preciosos ojos verdes y en los postres cantamos a dúo «el ¡ay Ros Marí/ que le has dado/ que lo tienes así». También «yo seré la tentación /que tu soñabas/ yo seré la tentación/ hecha carne de pasión/ la mujer que tu esperabas/ mis caricias lograrás/ si a tí me entrego/ yo será la tentación€», letra que no alcancé a comprender qué razones habían impulsado a la censura al admitirla.

Al palacio presidencial me prometieron que estaría invitado y cuando me presenté allí no había nada a mi nombre. No obstante, me dejaron pasar. En plena recepción, entre canapés, copas de ron y charlas con los personajes de la isla y los llegados de fuera, entre ellos el ministro de Deportes de China, país que aspiraba a organizar los Juegos Olímpicos, lo que consiguió, llegó el momento de saludar al comandante. Le acompañaba en el recorrido Juan Antonio Samaranch, que fue quien me lo presentó.

Hablamos de cuestiones deportivas de la organización de los Panamericanos, me preguntó si habíamos tenido algún problema y me cantó las excelencias de sus grandes deportistas. Él tenía gran aprecio por el boxeador Teófilo Stevenson, del que me dijo que habría sido campeón del mundo de los pesos pesados si hubiera aceptado ser profesional en Estados Unidos. «Prefirió quedarse en la isla, con nosotros, siendo un buen patriota». También salió a relucir el supercampeón de Montreal (400 y 800 metros) Alberto Juantorena, y finalmente hablamos de su mejor producto.

Le dije que había dejado de fumar, pero que me iba a llevar a España una caja de habanos para mi padre. «Tiene buen gusto su papá», me dijo. «También algunos ilustres personalidades españolas», le respondí. «Me consta que el cardenal Tarancón fuma puros habanos. No se los mando yo porque sé que hay algunas personas que se los facilitan. No me importaría enviarle alguna caja».

¿Conoce cuál es la marca que prefiere monseñor?

„ Según me han dicho aprecia muchos los cohibas.

„ Muy buena relación de su gobierno con la Iglesia.

„ Sepa usted que me consta que son varios los obispos españoles que consumen nuestros cigarros.

Los cohibas que fumaba monseñor Tarancón, que siempre llevaba en el bolsillo un paquete de picadura de tabaco negro, porque le encantaba liar los cigarrillos, se los comenzó a facilitar el presidente Adolfo Suárez. Éste, conocedor de los gustos del cardenal, no dudó en facilitar alguna caja de las remesas que él recibía. Fidel habló con mucho respeto del cardenal. Lo cigarros habanos hacían amistades en la distancia.

Compartir el artículo

stats