Los coches de diesel han caído en desgracia. Y la cosa va a ir a peor, a mucho peor. Estos días se anunciaba el acuerdo que han alcanzado algunas grandes ciudades del mundo para prohibir la circulación de coches de diesel en el año 2025. Londres, México, París, Madrid, y seguro que muchas más se irán sumando se han fijado ese objetivo como medida de reducción de emisiones de gases de efecto invernadero y de la propia contaminación atmosférica urbana. Esto supone una pequeña revolución en el sector automovilístico. En España, los vehículos diesel suponen el 55% de la cuota de automóviles frente a la gasolina que representan el 40%. Los vehículos eléctricos o híbridos sólo tienen un 5% de esa cuota. A principios de los años noventa del siglo pasado la cuota de mercado de los coches diesel alcanzó el 75%. La aparición, en 1989, de los motores TDI supuso una verdadera revolución e impulso en la venta de este tipo de coches. Pero hoy su crédito parece haberse acabado. Porque además de las emisiones de CO2 que son altas se unen las de óxidos de nitrógeno y las de partículas de menos de 2,5 micras que asimismo son elevadas. Las normativas de calidad ambiental en Europa son cada vez más exigentes con las emisiones de los vehículos. Después del problema surgido el año pasado con una conocida marca comercial, aún más. El resultado es que la cuota de mercado de los coches diésel va a experimentar una disminución muy significativa en los próximos años. Es una ocasión ideal para que el sector haga una apuesta definitiva por los coches híbridos o totalmente eléctricos. Yo diría que es ya una necesidad indiscutible, una exigencia.