Comprendo que los vecinos protesten por los badenes de la carretera del Saler entre El Perelló y el Perellonet, no hacían ninguna falta. El sistema de semáforos funciona bastante bien (y puede mejorarse). Los badenes se parecen a la política de Israel en la Palestina ocupada: responsabilizar colectivamente a todos los conductores por la acción de unos pocos. No es muy justo. Mientras tanto, vecinos de El Saler, no sé si muchos o pocos, reclaman un acceso fácil y cómodo a su puerto y su Albufera que no tienen desde hace muchos años. Y sigue así.
Escribo todo estos inspirado por el artículo de Josep Blay, L´Albufera arde como en los años 80. Por favor, no me hagan hogueras que luego os meáis en la cama. A veces el bipartito reinante me recuerda a un juego de Barbie exploradora: ahora un hospicio de gatos, después una condena de la tauromaquia y, de remate, una operación masiva de calles peatonales. Considero la bicicleta la máquina más elegante creada por el ingenio humano: siempre que no se suba a los belfos del peatón. Me parece imprescindible acarrear con los despojos generados por nuestra presencia en el monte o en la playa, desde luego, pero eso es civismo: el esfuerzo por forjar y forjarnos como ciudadanos.
Hay, pues, que dejar menos espacio a las exploraciones y probaturas. Ningún parque podrá funcionar, ni en l´Albufera ni en ningún otra parte, sin una dinámica de diálogo y concesiones mutuas entre los gestores del territorio y la población que la habita o trabaja en él. El cambio de actitud de los arroceros (caso citado por Blay), de la hostilidad a la colaboración, es la prueba. Y tal vez sea necesario un órgano de dirección del parque más operativo por encima de la Junta Rectora que, a veces, parece una revuelta de pasajeros a quienes han llevado a Tenerife en vez de a Cancún. Tampoco estaría de más iniciar otro pulso con el mal gobierno de Madrid para conseguir caudal ecológico para el Júcar y la inclusión „jurídica, que físicamente ya lo está„ de l´Albufera en el la cuenca de nuestro mayor río.
