El término de gota fría ha quedado algo desfasado en las últimas décadas, siendo sustituido por el acrónimo DANA, depresión aislada en niveles altos. Su definición original es de un embolsamiento de aire frío en altura, por lo tanto una zona con temperaturas más bajas que sus alrededores en la troposfera media y elevada. A partir de 700 hPa ya se puede observar como la gota fría tiene temperaturas inferiores respecto a los alrededores. No obstante, en la definición original una gota fría no tiene correspondencia en superficie como sucede en una depresión extratropical «clásica», con bajas presiones, sino que hay una presión normal o incluso superior a la normal. Muy a menudo los aguaceros de la fachada mediterránea en otoño están asociados a gotas frías y vientos de componente marítimo, entre sureste y noreste en función de la orientación de la costa y de los relieves del interior. Pero no siempre una gota fría es sinónimo de lluvias y tormentas, si la gota fría está en el noroeste de la zona de estudio, y los vientos son terrales, son secos, por ejemplo ponente y mistral, aunque pueden crecer cúmulos como en superficie no hay una advección húmeda, no hay una alimentación de humedad que ayuda a crecer la nubosidad y no se producen precipitaciones.