Cuento dos anécdotas que son un sincero homenaje a quien ha olvidado señalar lo bueno de una persona digna de respeto, cuanto menos por el tiempo que estuvo al frente del consistorio de su ciudad. Y esto, que creo que falta, es importante que se tome en cuenta. Su carácter, su valencianía, no compartida conmigo dicho sea de paso, pero al papa lo que es€

Resumiendo, hace varios años me encontré con la entonces alcaldesa sentada junto a su equipo, o parte de él. A su lado estaba la entonces esposa de Alfonso Grau, Mª Ángeles González Godino, docta ginecóloga conocida de tiempo y que cuidaba la salud de mi hija. Estaban sentados en una terraza en la plaza del Ayuntamiento, frente a la calle Mª Cristina. Para exactitud, en la terraza, al lado, se encontraba una persona que, con gran habilidad artística, realizaba figuras con alambre. Me acerqué a él y adquirí una flor, la cual entregué a Mª Ángeles. Rita, la dama, estaba escuchando a su corte, pero se dio cuenta que yo, después del saludo a Mª Ángeles, me fui junto a mi hija sin tan siquiera saludarla, aunque sí me quedé titubeando. Me comporté incorrectamente, lo confieso.

Pasó el tiempo, he pasado de todo, desde el cambio de El fallero, pasodoble del insigne maestro Serrano, himno fallero por excelencia de aquellos pioneros que recogían de todo, desde la tapaora del comú hasta las monumentales pirámides de hoy en día dedicadas a san José y menos, pienso, als fusters, en mi pobre entender como vecino del barrio de Morvedre.

Rita tenía sus ideas y trató de realizarlas. Su Valencia, a su modo, era la ilusión de su vida, que no compartíamos todos los valencianos (entre ellos el que esto escribe), pero no se puede negar que sentía la terreta como nadie. Era valenciana hasta la médula, sobre todo y antes que nada. La dama Rita, antes que alcaldesa era una valenciana a la que no le faltaba el dinero. Por tanto, si se equivocó fue al confiar en otros ediles€ ya, ya. Quien firmaba, si se presentaba el caso, fue ella, sí, pero cuando esto ocurría, ella estaba concentrada en otros muchos problemas de su/mi Valencia, y que es el modo en que actúan los allegados más próximos en la mayoría de estos casos.

Dicen que no era de alta cultura, pero yo puedo aseverar lo mucho que la apreciaba y tenía en estima de quien no se preocupaba de tenerla. Tal es el caso de quien esto escribe. Nunca dejó de ofrecerme lo que el Consistorio editaba. Obras de enorme valor para el conocimiento de Valencia. Y esto, para mí, dice mucho. Y supongo que para otras personas interesadas.

Y termino con una anécdota muy significativa de su carácter. Salíamos mi hija y yo de una empresa cuando vimos a la alcaldesa, ya apartada del consistorio por razones políticas, subiendo unas escaleras para salir a Pintor Sorolla, calle céntrica. Iba sola y le grité: «¡Rita!». Ella se volvió y le pregunté: «¿Te acuerdas de mí?». Ella respondió: «Sí, tú estabas arriba y yo abajo, o yo abajo y tú arriba». Se refería al periódico Levante y una de sus secciones, en donde hemos aparecido como ella decía. Nos dio la mano, nos besó a mi hija y a mí, con esa risa muy suya y, al despedirnos, le dijimos a dúo «¡suerte!» y ella respondió: «También para vosotros». Era el 18 de noviembre de 2016.