El Diccionario de Oxford ha elegido «posverdad» (post-truth) como palabra del año. José Antonio Marina la define como «una situación en que las emociones y creencias personales influyen más en la formación de la opinión pública que los hechos objetivos». Lo novedoso del término para el filósofo español reside en que una falsedad puede ser aceptada a sabiendas de que lo es y que puedan tomarse decisiones basándose en ella, porque no se considera importante que lo sea. «Se trata, pues, de una devaluación de la verdad y, paralelamente, de una devaluación de la falsedad y de la mentira». La «tolerancia al engaño» se convierte en la principal manifestación de esta enfermedad social. A mayor permeabilidad, mayores las posibilidades de manipulación de la opinión pública.

Esta situación remite inevitablemente a las principales batallas que se están librando en estos últimos años contra las insidias antitaurinas. Una de ellas, la planteada por la Fundación del Toro de Lidia contra el Informe Bosch (Esquerra Republicana de Catalunya) sobre las supuestas subvenciones que recibe el sector taurino, resulta especialmente reveladora. El estulto político catalán engorda los costes reales de los festejos taurinos multiplicándolos por ocho y se inventa que la industria taurina recibe una subvención del 33%. Un estudio, encargado por la patronal de los empresarios taurinos al profesor Juan Medina, demuestra los importantes beneficios económicos que el toreo proporciona a las arcas del Estado, sin apenas contar con subvención pública alguna. En concreto, los toros le cuestan al erario público el 0,006% del presupuesto total del Ministerio de Cultura. Esto es, unos ridículos 30.000 euros de los casi 500 millones que maneja.

Creo que ha llegado el momento de cambiar el paso en la defensa de este punto. No puede ser que una actividad que genera 1.604.216.934 de euros, un 0,16% de nuestro Producto Interior Bruto, apenas reciba una ayuda que dista un abismo de la importancia cultural que representa. Si, además, como afirma el profesor Medina, el impacto económico de la cultura se ha convertido en uno de los argumentos más utilizados ante la opinión pública para legitimar las actividades artísticas promovidas desde las administraciones públicas, no entiendo como el sector taurino no está movilizado en reclamar al ministro del ramo, léase Méndez de Vigo, unas ayudas acordes con los beneficios que aporta a la sociedad. Si no nos centramos en reclamar lo que se nos debe por derecho estaremos condenados a seguir desmontando las mentiras que los antitaurinos se inventan entre grandes carcajadas. Y ese, efectivamente, no es el camino.